Azorín: Doña Inés
En alguna que otra ocasión he
hablado de la existencia de libros sanadores.
Como una acertada droga recetada por tu médico o médica de cabecera, te
relajan y transforman tu sed de estúpida e ilusoria actividad en un dulce sopor,
alivio espiritual.
No me he leído todavía todas las novelas
de Azorín. En las tres primeras, La voluntad,
Antonio
Azorín y Las
confesiones de un pequeño filósofo, el personaje Azorín se nos presenta
como un afectado joven que ha pasado de siglo conmovido por el estado de su
país y por las ideas revolucionarias filosóficas del fin de siglo.
Tras unos diez años de silencio novelesco,
Azorín, el escritor, se decanta por reinterpretar grandes personajes
literarios españoles bajo su mirada poética: Tomás Rueda,
Don
Juan y Doña Inés.
Creo, aunque quizás carezca de
fundamento mi opinión, que la prosa de Gabriel Miró y hasta Platero
y yo pudieron servirle de inspiración para orientar su creación hacia
la descripción detallada de los paisajes y la impresionista de las personas.
En esta última novela, Azorín
nos hace acompañar a Doña Inés en sus sinsabores y pasiones. Cuando Don
Juan rompe con ella (magistralmente descrito), Doña Inés decide
abandonar Madrid e ir su casa de Segovia, en donde residen
también sus tíos. Esta monumental ciudad se convierte, en esta ocasión, en
coprotagonista de la obra.
Inés mantiene el contacto
con diferentes personajes. Su belleza le
hará aproximarse demasiado a un joven poeta del lugar…
Entonces el “mundo” la señala con
el dedo admonitorio propio de los tiempos (1840) …
Pero esta Doña Inés es una mujer independiente, adinerada y valiente.
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