José de Espronceda: El estudiante de Salamanca

 

Nada más adentrarse en El estudiante de Salamanca uno se siente volar al instituto en los años mozos en los que estudiaba Literatura  y los ardores de la edad le hacían confundir el clamor natural con el romanticismo de los libros.

     Era más de media noche,                            

                antiguas historias cuentan,                       

                cuando en sueño y en silencio                   

                lóbrego envuelta la tierra,                          

                los vivos muertos parecen,                        

                los muertos la tumba dejan.

Espronceda es autor de algunos de los más famosos versos que estudiábamos entonces. Leo ahora su biografía y me asombro de la vida que llevó y de su modernidad. Pensaba que había muerto en algún duelo, joven. Pero compruebo que si bien es cierto que murió joven no fue de esa romántica manera.

El estudiante de Salamanca es un largo poema que trata de un donjuán: Félix de Montemar.

   Segundo don Juan Tenorio,

                alma fiera e insolente,                  

                irreligioso y valiente,                     

                altanero y reñidor:                         

                   Siempre el insulto en los ojos,                

                en los labios la ironía,                   

                nada teme y toda fía                     

                de su espada y su valor.

El poema es impresionante. Está dividido en cuatro partes y asombra la facilidad de lectura y el uso de los versos de diferente longitud (polimétricos). Con esa técnica consigue crear una oralidad genial de tal manera que en los momentos de acción rápida los versos se acortan y cuando quiere que la narración sea más sosegada e intensa se alargan. Pero no solo el uso de diferente métrica nos genera una sensación especial; también la estructura de los acontecimientos es muy original.

En la primera parte asistimos a un duelo, no sabemos quién se bate ni el porqué. Ni tenemos muy claro el resultado final. Sabemos que hay una mujer por en medio: Elvira.

    ángel puro de amor que amor inspira,                  

                fue la inocente y desdichada Elvira.

En la segunda parte conocemos lo que le ha ocurrido a esta joven que ha sucumbido a los encantos de Don Félix. En la tercera vemos al donjuán en su apogeo. Espronceda utiliza en esta parte escenas teatrales. Don Félix juega y al quedarse sin dinero apuesta objetos que podemos suponer de Elvira. No teme perder y cuando pierde casi todo apuesta con su palabra y empieza a ganar. Llega Don Diego, el hermano de Elvira y le pide cuentas:

Os estoy mirando y dudo             

si habré de manchar mi espada               

con esa sangre malvada,            

o echaros al cuello un nudo        

    con mis manos, y con mengua,            

en vez de desafiaros,     

el corazón arrancaros   

y patearos la lengua.

Nos podemos imaginar lo que ocurre…

En la parte cuarta todo apunta que regresamos justo después de cuando finaliza la primera parte. Don Félix anda por la calle y se encuentra con una mujer vestida de blanco que le oculta el rostro. Sin temor, la sigue.

«Dios presume asustarme: ¡ojalá fuera,                               

                -dijo entre sí riendo- el diablo mismo!

                que entonces, vive Dios, quién soy supiera                          

                el cornudo monarca del abismo.»

Siguiendo a la mujer Don Félix verá pasar su propio entierro. Sin mostrar ningún miedo se mantiene fiel a sí mismo y nunca reniega de nada hasta que por fin muere.

    aquella noche el diablo a Salamanca                     

                había en fin por Montemar venido!...

Impresionante.

Es curioso cómo Espronceda no quiere hacer un nuevo Don Juan, como ya había hecho Lord Byron (la segunda parte la empieza con una cita del poema de Byron). Apuesta por situar la acción en Salamanca y llamarle estudiante, Don Félix de Montamar o Segundo Don Juan.  No quiere imitar ni utilizar la inmortalidad del personaje que más tarde usan Torrente Ballester y Handke. Innova en estructura, en composición, utilizando un viejo tema español. Creo que este tipo de obras son las que se consideran obras maestras.

 

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