Juan Ramón Jiménez: Platero y yo

 

En 2014 un compañero propuso a los alumnos, en una semana cultural, hacer una edición manuscrita e ilustrada de Platero y yo por su centenario. Repartió cada capítulo entre sus alumnos. Creo que realmente repartió todos los capítulos que aparecieron en 1917. Se lo preguntaré cuando le vea. El asunto es que aquello no solo fue una actividad con alumnos. Se convirtió también en mi iniciación en las distintas ediciones, en principio ilustradas, de esta emblemática obra de Juan Ramón Jiménez. Me enseñó las que él tenía y me enganchó en su coleccionismo. Ahora tengo las principales antiguas, a excepción de las caras y raras primeras ediciones. También he comprado algunas traducciones.

 


El tiempo ha pasado y siempre he tenido un cierto malestar por no haber leído este libro, tan emblemático, que es con diferencia la obra más repetida en mi biblioteca. Cuando me regalaron una edición ilustrada (bastante actual) hace unos años por mí cumpleaños, me prometí a mí mismo leerlo. Y ahora que ando con lecturas de la época no he podido dejar de hacerlo. Para leerlo completo he usado dos ediciones. La de EDAF que me regalaron y la primera que compré de Aguilar. La de EDAF corresponde a la edición de 1914, mientras que la otra es la completa de 1917.


Platero es pequeño, peludo, suave. Es el interlocutor a quien Juan Ramón Jiménez, vestido de negro, dirige estas prosas. En ellas nos encontramos un pueblo, Moguer, sus gentes y costumbres. Aunque el entorno aparece, a simple vista, familiar, poco a poco queda retratada la sociedad del momento. La sociedad, el poeta y su familia. El resultado es un libro irrepetible fruto de la visión de un espíritu atento que busca la belleza y también la crueldad de la naturaleza y de las gentes. La originalidad más destacable es su lenguaje sencillo y emotivo, tamizado finamente al ser narrado al burrito Platero.

 

 

 

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