Vicente Blasco Ibáñez: El intruso

 


Cuando leí hace poco 1917. El estado catalán y el soviet español comenté que una de las tesis del autor era que España “iba bien” pero que los intelectuales del momento habían creado una imagen deteriorada y sesgada de la realidad. Puede que, además de los políticos, sindicalistas y militares a los que se refiere con todo detalle el autor, también sean los autores o autoras de algunas novelas sociales, como Los inadaptados de Carmen de Burgos que reseñé hace poco, el Baroja de Aurora roja y las otras dos novelas de la trilogía o, cómo no, Blasco Ibáñez.

Blasco Ibáñez, a partir de 1903, escribe una serie de novelas de carácter social. Ya lo vimos con La catedral, que es la anterior a esta, en lo que podemos entender una respuesta a las famosas novelas de 1902 que se consideran inicio de la nueva novela del siglo XX: La voluntad, Camino de perfección y Amor y pedagogía.

En esta ocasión Blasco Ibáñez aprovecha un hecho histórico. Los altercados que tuvieron lugar en Bilbao en la peregrinación a la Begoña el 11 de octubre de 1903. Aquel día coincidieron unos actos religiosos y un mitin obrero. Se armó una trifulca considerable que evidenció el choque entre dos modos diferentes de entender la vida.

Blasco muestra en este libro su gran capacidad como escritor (según indica al final del libro lo escribió en unos pocos meses), así como su interés por hacer novela social. En parte es una novela de tesis que nos recuerda a las de Galdós en cuanto a los combates dialécticos entre los dos personajes principales, representantes del conservadurismo (José Sánchez Morueta, Pepe) y el progreso científico (Doctor Aresti). Pero estos primos, que al principio se llevan bien a pesar de sus diferencias ideológicas, van a sufrir una transformación brutal. Blasco se esfuerza por mostrar el origen o la causa de esa transformación en el intruso. Que no es más que la religión personificada en un padre jesuita (el padre Pauli), próximo a los personajes. Pero, aunque en la trama acceda a ellos a través de sus mujeres, como consejero espiritual, Blasco tiene la intención de considerar la religiosidad rancia española (especialmente la jesuita de Deusto en Bilbao), como la causante del choque entre el conservadurismo y el progresismo en aquel entonces. Ideologías que en otros países conviven democráticamente gracias a haber sabido mantener fuera de la política a la estructura clerical.

No solo se nos presenta este choque entre el progreso y el conservadurismo. También aparece el tercer protagonista social: el proletariado (mineros) que no han tenido tiempo de ser educados en un mundo que avanza rápido en el trabajo y en la industria creando una masa resentida para la cual es más sencillo usar la violencia que las palabras.

Aunque las mujeres aparecen como meras marionetas y carentes de personalidad, hay una postura interesante (y común) del empresario Morueta y del Doctor Aresti sobre el matrimonio que llama mucho la atención:

Para ella, la pasión matrimonial no había de ir más allá de la intimidad, fría y casi mecánica, de sus primeros tiempos de vida común. El matrimonio era para que el hombre y la mujer viviesen sin dar escándalo, procreando hijos para servir á Dios y que no se perdiera la fortuna de la familia. Lo que llamaban amor las gentes corrompidas era un pecado repugnante, propio de gentes sin religión. Tratar un marido á su mujer con melifluidades de esas que sólo se ven en los amantes de comedia, era envilecerla, igualarla con las que viven del pecado. La esposa cristiana había de ser casta en el pensamiento; cuidar de la salud material y moral del esposo, aconsejarle el bien y dirigir el hogar. Más allá sólo iban las mujeres perdidas. Y Sánchez Morueta tropezaba con una estatua impasible, estrellándose en todos sus intentos por darla vida.

Era el eterno obstáculo con que tropezaban todos los que en aquella tierra querían encontrar en la esposa algo más que una compañera y administradora. Unos habían de buscar la alegría de su existencia fracasada fuera de su casa, manteniendo, por cobardía ó egoísmo, las apariencias de un hogar tranquilo; otros, más resueltos y valerosos--él, por ejemplo, --rompían abiertamente, no queriendo vivir encadenados á un alma muerta y volvían á su existencia de solteros, con la amargura de no poder buscar públicamente una nueva compañera.

Novela sencilla, directa  y recomendable.

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