Céleste Albaret-Georges Belmont: Monsieur Proust

 

Este año 2022 se ha conmemorado el centenario de la muerte de Marcel Proust. Han sido numerosos los medios en los que se ha hablado de él y también los actos que se han hecho en su honor; especialmente haciendo referencia a En busca del tiempo perdido. Paradójicamente, no me han interesado en absoluto. Leer los siete libros ( Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes,  Sodoma y Gomorra, La prisionera, La fugitiva y El tiempo recobrado), fue toda una experiencia. Si no me atrevo a decir que me cambió la vida, sí puedo garantizar que me ha mantenido siendo lo que soy; o mejor dicho, me ha reafirmado en mí mismo e incluso, puede que algo de aquella lectura iniciática, frustrada y juvenil, fuera el germen de lo que soy.  Pero, como he dicho, por esta conmemoración, no me he interesado en leer sobre Proust ni sobre su obra… Y, sin embargo, estos días me he decidido por leer uno de los dos libros que he tenido en mente leer que hablan sobre el autor francés

Celeste Albaret fue ama de llaves, secretaria, confidente y compañera de Proust desde 1913 hasta su muerte. En los años 70, tras haber evitado hablar del tema durante casi cincuenta años, concedió una entrevista a George Belmont. Nos dice el “transcriptor”:

Céleste era el testigo capital, estaba en el centro de todo. Pero, durante cincuenta años, no quiso hablar. Su vida, decía, había concluido con monsieur Proust. Si él se había encerrado como un recluso en su obra, ella sólo quería vivir recluida en su memoria.

Si, a los ochenta y dos años, ha cambiado de idea, es precisamente porque ha juzgado que otros, menos escrupulosos, habían traicionado demasiado el personaje de monsieur Proust, ya por no disponer de fuentes fidedignas, ya por un exceso de ingeniosidad, o por la tentación de transformar en tesis sus pequeñas hipótesis “interesantes” (o interesadas).

El libro es muy interesante. Esta mujer que conoció a Proust de una manera muy especial, aunque necesariamente incompleta, puesto que nunca acompañó al escritor en sus salidas, nos habla de un hombre amable, educado, atrapado entre la enfermedad y la obsesión. La obsesión por acabar una obra maestra y también por no morir antes de hacerlo. Pero también nos habla de su forma de trabajar y de sus relaciones con los editores y escritores del momento.

Proust, nos cuenta Céleste, observaba con detenimiento la sociedad y las personas.  Hablaba con ellas, hacía vida social, buscaba su amistad, hasta extraer todo lo que consideraba interesante de ellas y poder así, llevarlo a su obra. Conocedor de que ese mundo iba a desaparecer en breve, quería retratarlo con minuciosidad y precisión de cirujano. Y para ello se rodeó de gente de confianza a los que impuso vivir de acuerdo a unas estrictas reglas.

Es interesante también saber la reacción de personas que creían reconocerse entre los personajes a medida que salían los tomos que Proust consideraba acabados.  Como la relación con Gide, que, a pesar de haber sido Nobel, y haber escrito obras muy importantes, todo el mundo lo recordaremos como el “editor” que rechazó el primer tomo de La busca de Proust.

También describe Céleste los conflictos con otros criados de Proust y, lo más sorprendente, pero a mi juicio no muy importante, su visión sobre la homosexualidad del escritor.

Sin duda una obra clave para todo aquel que quiera acercarse a la figura del genial escritor francés.

Tenía un aire feliz y rejuvenecido, estaba exultante como un niño que ha realizado una buena jugada.

—Pues bien, mi querida Celeste, voy a decírselo. Es una gran noticia. Esta noche he escrito la palabra “fin”.

 

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