M. Proust: Sodoma y Gomorra



Desde que el 8 de mayo publiqué la reseña de El mundo de Guermantes,  este cuarto tomo de la obra maestra de Proust me ha estado acompañando. Como dicen en esta muy buena reseña a este volumen (Sodoma y Gomorra) , el libro, desde el punto de vista literario, es más de lo mismo. Cosa que dicha de este modo puede sonar algo peyorativa, pero que solo lo es en cierta medida, ya que lo dicho hasta ahora es todo bueno. No obstante es motivo para, repitiendo la valoración que hacen en la reseña mencionada, dejar al tomo en  un simple Muy recomendable.

Una cosa que aparentemente no tiene mucho que ver con el libro, pero que desde que lo empecé me ha dado vueltas a la cabeza, es qué sugiere al lector joven el título. La historia de Sodoma y Gomorra ha formado parte de la educación religiosa durante muchos años en nuestro país. Pero, por poner una fecha de referencia, puede que desde que empezó el siglo XXI, estos nombres no aparezcan en ningún momento en las escuelas. Entonces, ¿por qué se titula Sodoma y Gomorra? dirá el joven lector.

Proust en este volumen habla de la sexualidad en el amplio sentido de la palabra. Si hay algo diferente con los tomos anteriores es precisamente eso. La homosexualidad del barón de Charlus se descubre y la relación con Albertina ya no es algo "platónico", sino algo carnal, real. Ya no se trata de un sencillo enamoramiento al que nos tenía el narrador acostumbrado. Todas las reuniones sociales, los contactos con los amigos se muestran ahora un poco diferentes, pues al verlas bajo la perspectiva de la relación sexual y de los celos, adquieren una complejidad mayor ya que en la mayoría de las ocasiones los sujetos pierden el autocontrol.

Aunque el narrador sigue mirando el paisaje, los recuerdos y valorando el arte con esa notable capacidad de asombro que posee, poco a poco todo pierde esa luz deslumbrante que iluminaba los lugares y los personajes en los tres libros anteriores. Ahora todo parece un pelín más mundano. El humor en algún momento es de mal gusto al fundamentarse en defectos y prejuicios que, si bien nos sacan una sonrisa, no pasan de ser críticas a quien padece/aprecia el defecto o muestra el prejuicio.

El narrador ha estado observando con detenimiento en los libros anteriores las vidas y las relaciones de sus personajes. Nos ha dado lecciones de cómo se puede ser soberbio, vulgar, impulsivo, culto,  amante, amado, odioso pero parece que él mismo no se aplica el cuento. Y así el libro acaba con un acto contradictorio movido por los celos y el amor al terminar diciendo a su madre que se quiere casar con Albertina cuando el día anterior le había dicho que iba a cortar la relación con ella.

Hay muchísimas más cosas en este volumen que sin duda me dejo en el tintero. Pero  cabe destacar, al principio del libro, el momento en el que se le aparece la abuela muerta y él sufre al darse cuenta que ya, de verdad, no está ni estará allí ese ser tan querido.

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