J.M. de Pereda: Sotileza

 


Al igual que hay gente que se atreve a decir que Borges es aburrido o que Ulises de Joyce es una mierda, me voy yo a atrever a decir que Sotileza (1885) es un poco “tostón”. Si alguien quiere leer una crítica mucho más favorable puede acudir a la que le hizo Clarín: Nueva campaña.

Del lirismo y la grandeza paisajista y de caracteres de Peñas arriba (1895) encontramos poco en esta novela. De la convulsión y descripción social de Pedro Sánchez (1883), nada. Sí que pienso que en Sotileza Pereda pone en marcha todas sus dotes de narrador. Hay un considerable esfuerzo en dejar constancia del habla popular del estrato social más bajo santanderino y del vocabulario propio de las artes de la pesca. Hay un juego interesante entre la joven Sotileza y sus tres pretendientes.  El pobre desarrapado que comparte con ella calle cuando niños y por quien siente un especial amor fraternal. El pescador serio, bondadoso y humilde que no sabe cómo declarársele. Y el joven adinerado que se encapricha de ella por su belleza inconscientemente pues el desnivel social “desaconseja” ese tipo de parejas. También están los de arriba y los de abajo (muy galdosianos) que se miran de reojo impulsados por la envidia unos y el miedo otros. El pretendiente más “adecuado” sin embargo, es de los de arriba y ella, aunque empieza viviendo con los de arriba, escapa de la barbarie para convivir con los de abajo.  

El argumento, como se ve, es muy atractivo. Y aquí reside mi desagrado. Pereda no logra que todo discurra con cierta naturalidad. En el prólogo nos dice:

porque al fin y a la postre lo que en él acontece no es más que un pretexto para resucitar gentes, cosas y lugares que apenas existen ya, y reconstruir un pueblo, sepultado de la noche a la mañana, durante su patriarcal reposo, bajo la balumba de otras ideas y otras costumbres arrastradas hasta aquí por el torrente de una nueva y extraña civilización; porque ciertos toques y perfiles, que desde lejos pudieran parecer alardes de sectario de una escuela determinada, no son otra cosa que el jugo y la pimienta del guisado: lo que da el estudio del natural, no lo que se toma de los procedimientos de nadie; lo que pide la verdad dentro de los términos del arte, los cuales han de estar en la mente y en el corazón del artista y no en las cláusulas de los métodos de escribir novelas (que a estos fines iremos a parar extremando otro poquito la pasión por los modelos); porque lo que se busca, en una palabra, es que reaparezcan aquí aquellas generaciones con los mismos cuerpos y almas que tuvieron.

Esa intención pesa. Quiso hacer un completo cuadro de costumbres y acabas desentendiéndote de los personajes. En especial de Silda, Sotileza, que empieza siendo una niña harapienta y sin educación y sin venir a cuento se convierte en una mujer culta, imponente, con un sentido del deber y del estar impresionante, que nos recuerda a Pepita Jiménez (1874) o a la mismísima Clemencia (1852). La verdad es que la comparación que algunos hacen de José (1885) de Palacio Valdés con esta novela ha sido el origen de su lectura. Pero creo que son dos muestras diferentes de cómo hablar de un pueblo de pescadores que, además, no pudieron inter-inspirarse demasiado dado que se publican el mismo año.

 

Comentarios

Entradas populares