J.M. de Pereda: Pedro Sánchez

Hablaba el otro día con una amiga sobre la importancia de conocer a un autor para valorar su obra. Coincidíamos al decir que no puedes desvincular lo que sabes de un autor, especialmente si es actual, con la forma que tienes de leerle. De hecho, me atrevo a decir que aborrezco a algunos autores de los que no he leído nada. Y puede que sea bastante permisivo ante lo que otros escriben y devoro con fruición cada libro de ellos que cae en mis manos.

Con nuestros grandes del XIX, sin embargo, la cosa creo que no me funciona igual. Es evidente que mi conocimiento sobre ellos proviene de manuales o de Wikipedia. No les he visto en entrevistas ni les he oído hablar por la radio. Pero, en general, no es extraño que me ocurra que la novela que leo de ellos no me encaje con la imagen que me he formado de su persona o vida.

Me pasó con Valera al leer Pepita Jiménez y Juanita la larga. Al leer sobre Valera me viene a la imagen un hombre liberal y ambas novelas me parecen salidas de la pluma de un empedernido conservador. El contraste me pareció mucho mayor al leer La gaviota y Clemencia. Cecilia Böhl de Faber me parece, por sus novelas, una mujer moderna, culta, defensora de una mujer independiente y con educación, capaz de hablar de tú a tú a cualquier hombre y tomar sus propias decisiones. Y sin embargo muchos fueron los críticos que la consideraban la reina del conservadurismo rancio católico.

En el caso de Pereda no me pareció que hubiera esa disparidad al leer Peñas arriba (1895). Diputado carlista en algún momento, es decir conservador de pura cepa, se suele decir de su obra que tiene como motivo principal alabar la vida rural frente a la urbana. Leemos en distintos sitios que Pereda parecía escribir novelas para contestar a las obras de Galdós, Clarín o Pardo Bazán. Los grandes escritores liberales del momento atacaban sutilmente el orden establecido en sus novelas, orden y costumbres que Pereda defendía ideológicamente. Posiblemente por esa relación polarizada (entre amigos) Pereda escribió Pedro Sánchez (1883). ¿Y cómo es posible que esta novela haya salido de esas manos tan conservadoras?

Veamos lo que dijo Clarín de Pedro Sánchez:

No tengo noticia de que hasta la presente ningún capitán general le haya dicho al Sr. Pereda que su último libro es excelente, ni sé de una mala cabeza de partido que le haya declarado hijo adoptivo,  entusiasmándose, como un solo ayuntamiento, con las bellezas de su novela; pero tengo por seguro que si yo tuviera los tres entorchados y por consiguiente la autoridad necesaria para decidir lo que es música seria   y música de mojiganga, y lo que es un drama bueno y una novela admirable, en papel de oficio le habría dicho ya a estas horas al Sr. Pereda que era un novelista de los mejores, de aquí y de fuera, y que por mi podía viajar todo lo que quisiese por Europa y el Piamonte, como dijo el otro. Pues no digo nada, si yo fuera un pueblo, por corto que fuese mi vecindario, hijo adoptivo mío era en el día de la fecha el autor, para mi insigne de Pedro Sánchez. Por lo demás, si lo que quiere el solitario de Polanco es música, que me parece que no, escriba sus novelas en redondillas que tengan cinco pensamientos en cada dedo de la mano, como las escribía, aunque sin pensamientos, aquel Larrañaga que vivió en tiempo de Pedro Sánchez, y verá lo que es percalina y palmadas y salir en fotografías.

¿Qué es Pedro Sánchez? En mi humilde opinión, la mejor novela de Pereda, y una de las mejores que se han escrito en España en estos años de florecimiento del género. Para mí, Pedro Sánchez es á Pereda lo que La Desheredada es á Galdós.

Incluso Pardo Bazán, que consideró a Peredade limitados horizontes” (motivo que algunos consideran el origen de Pedro Sánchez), dice: «Pedro Sánchez es la novela más novela que hasta el día brotó de la pluma de Pereda».

Con estos elogios supongo que el lector de esta reseña se preguntará ¿de qué va Pedro Sánchez? Esta novela nos cuenta, en primera persona, la vida de este señor. Oriundo de un pueblo del norte, cuando el rey va a Santander a inaugurar el futuro ferrocarril, conoce a un supuestamente influyente político de Madrid que se ofrece a buscarle una buena colocación en la capital. Con la ayuda de la familia se va el joven Pedro Sánchez a la ciudad y en la diligencia conoce a un hombre, que vive según los empleos que los políticos amigos le ofrecen según los vientos van a favor o en contra. El influyente conocido es un hombre muy atareado y el joven se dedica a descubrir la capital y los ambientes culturales y nocturnos. Poco a poco se da cuenta que no son buenos tiempos para su benefactor. Estamos en 1854 y la situación política es muy delicada. Nuestro joven protagonista empieza a trabajar en la prensa progresista y poco a poco se ve metido en los acontecimientos que sacudieron el país: la revolución de julio. Nuestro personaje se convierte en el adalid de la libertad y del cambio. No obstante, su corazón está prendado por la hija del supuestamente influyente conocido. Así, al tiempo que su vida política y social sigue el camino de la lucha revolucionaria, una parte de él busca la protección de la familia influyente caída en desgracia. Al casarse con ella, se forma una combinación explosiva pues él, ahora bien colocado, se supone que es el defensor de la justicia y lucha contra la corrupción, y su mujer y suegra están acostumbradas a todo lo contrario. Con su sueldo es imposible mantener la vida de lujo que ambas quieren llevar y ponen en marcha, sin que él lo sepa, una red de corrupción. Por aquella época los matrimonios eran para toda la vida… Pedro Sánchez se da cuenta de todos los errores que ha cometido. La suerte y la desgracia, casi por igual, le acompañan en distintos momentos. Lo correcto y el error parecen jugar con él. Y nosotros nos damos cuenta de que Pereda ha creado un personaje ambiguo, equidistante, capaz de errar y de acertar, de luchar por lo justo y permitir la corrupción, de escoger mal, de dejar pasar algunas oportunidades y aprovechar otras. Magistral.

 

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