V. Blasco Ibáñez: Arroz y tartana.

 


Vicente Blasco Ibáñez es uno de esos escritores  que todos (¿ al menos los valencianos?) conocen y que probablemente no hayan leído nunca (solo había leído hasta el momento unos cuentos suyos). Podemos aplicarle lo que él mismo dice en esta novela sobre otro grande valenciano que seguro es menos leído:

…hablaba de Dante y Beatriz, de Petrarca y Laura, de Ausias March y Teresa. Amparito escuchaba sonriente, complacida por esta letanía de poetas. Todos muy señores míos, pero que los oía mentar por vez primera, a excepción de Ausias March, por ser su nombre el de la calle donde ella tenía su modista.

Arroz y tartana es una de sus primeras novelas importantes (1894). Es una novela costumbrista situada en Valencia (ciudad). Al poco de empezarla estuve por los alrededores del  Mercado Central y de la Lonja y me asombré del parecido actual con el excelente retrato que nos hizo Blasco Ibáñez en su momento. Ahora que he leído unas cuantas novelas de la época, he de decir que en este caso he encontrado algo de Fortunata y Jacinta y de Insolación. Si bien estas dos tienen a Madrid como protagonista, ya hemos dicho que Arroz y tartana hace lo propio con Valencia y, extrañamente (en mi caso), el efecto es muy diferente, cosa que no me sé explicar…

En esta novela Blasco Ibáñez reflexiona sobre el peligro producido por el deslumbramiento que produce jugar a la bolsa en gentes trabajadoras; burgueses que han amasado una pequeña fortuna con un negocio y que caen en las manos de los especuladores bursátiles que proporcionándoles ganancias descomunales sin tener que trabajar acaban perdiendo todo lo que tenían cuando la fortuna les da la espalda. Doña Manuela es una mujer que quiere aparentar lo que ya no es. Sin ingresos efectivos, la vida de lujos que lleva para mantener su estatus social le hace empeñarse y explotar todas las amistades y familiares. Especialmente al hijo de su primer matrimonio, Juanito, que es el trasunto masculino de la Cenicienta. El final es esperable. Pero Blasco se decidió por el más moralizante de los posibles, produciendo un efecto bastante pobre, muy inferior al que producen los dramáticos finales de Doña Perfecta o de Su único hijo.

Blasco Ibáñez fue un autor popular de un éxito descomunal. Político revolucionario. Exiliado. Denostado. Acusado de ser un escritor sin valor, sin profundidad, fuera de las grandes generaciones literarias reconocidas. Escribir en castellano lo ha mantenido fuera del impulso nacionalista que intenta dar valor a lo valenciano, aunque sus obras sirven para evidenciar el fenómeno de diglosia. Visitar el Cementerio de Valencia permite descubrir que todavía (creo, pues hace tiempo que no lo visito) sigue siendo un hombre marginado (auto marginado dirán algunos) que, no sé si existe otro caso en el mundo, tiene dos tumbas: la oficial en la que no está enterrado y la civil en la que, la última vez que la visité, una corona con la bandera republicana nos descubre su presencia.

 

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