J. Suárez Carreño: Las últimas horas
Si uno quiere conocer con cierta
profundidad la novela española, tras leer los grandes referentes del XIX (Galdós,
Clarín, Bazán, Pereda, etc.) ha de continuar, como hice, con
las tres grandes novelas de 1902 de Azorín, Baroja y Unamuno
(La
voluntad, Camino
de perfección y Amor
y pedagogía). Después el camino se emborrona…
Tenemos que pasar la Guerra
Civil y avanzar bastante en le posguerra para que los críticos coincidan
en que una nueva vía bien definida apareció alrededor de 1950 con la
publicación de Las últimas horas, El
camino, La noria
y La colmena: la novela
social española. El interesante artículo de Ignacio Soldevilla-Durante,
La
"novela social" y su significación durante la segunda dictadura,
da cuenta de los intereses reales de los escritores españoles que adoptaron
esta corriente.
Las últimas horas ganó el Premio
Nadal en 1949. Novela plagada de
defectos, con grandes dosis de inverosimilitud, tiene la virtud de
transportarnos a un ficticio (¿?) Madrid en el que conviven los
adinerados burgueses con la golfería que sobrevive prestándoles servicios,
trapicheando y/o delinquiendo. Al mismo tiempo nos presenta tres personajes
atormentados por diferentes motivos (Ángel Aguado, Carmen y Manolo),
compartiendo sus vidas en ese Madrid-escenario, equidistante de los tres, que
les permite observarse y desearse al tiempo de salvaguardar su intimidad. Suárez
nos desvela lo que piensan y nos hace sentir que son tres perfectos
desconocidos.
José
Suárez Carreño es una figura literaria sin igual. En el 43 ganó el Premio Adonáis,
en el 49 el Nadal
y en 1951 el Lope
de Vega. Después se pasó al cine como guionista. Parece ser que Delibes
dijo
de él:
Si hay, pues, un nombre que
influyera con pocos gestos pero eficaces en la reanimación de la literatura
española éste fue José Suárez Carreño. Ni antes ni después se ha conocido a
nadie que reuniera en su persona los tres premios tan prestigiosos. Pero además,
Carreño se burló en el mejor sentido de todos nosotros, pues a raíz del último
premio, y catalogado ya como de la «generación inmediata» por los bautistas,
guardó silencio. Todos pensábamos que con un ser tan generosamente dotado por
la providencia, disponíamos del literato del siglo, un literato en prosa y
verso que todo lo podía. Y ¿qué pasó? Esto es lo divertido. No pasó
absolutamente nada. Carreño se dio por satisfecho con los tres premios
conseguidos, enfundó su pluma, se puso el sombrero y no escribió ni una letra
más. ¿Dónde se metió Carreño? Ni se sabe: Carreño seguía viviendo una vida
misteriosa, se supone que en algún lugar de España, pero sin ninguna seguridad.
Él había cumplido lo que se había propuesto pero ni se jactó del triplo ni
volvió a humillar a todos los colegas que, aunque de lejos, le hacíamos la
competencia.
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