Cecilia Böhl de Faber: La gaviota

 


Hay libros que leo casi de un tirón, apasionadamente, invadido por un éxtasis asombroso. Me veo sorprendido en cada momento por lo leído, porque no decae esa fuerza que casi todos los libros tienen al principio y en muchas ocasiones se desvanece y porque acabo con la misma pasión que me generó cuando los empecé. La gaviota ha sido uno de estos.

Aunque se me pueda acusar de exageración infundada, he encontrado en esta novela de Cecilia Böhl de Faber, un germen de las grandes virtudes que aparecen en Proust. Y es curioso porque casi todo lo que se lee sobre esta mujer que decidió publicar con el seudónimo de Fernán Caballero, es que es la mayor representante del romanticismo reaccionario español. Es decir, que tras sus libros hay una defensa conservadora de los valores católicos y tradicionales de lo más casposos del momento. Pero me atrevo a llevar la contraria a aquellos que así la califican pues, a mi juicio, en La gaviota, la forma de tratar el tema es tan especial que, como dice Paul R. Olson, la visión de Fernán Caballero —si no la de Cecilia Böhl de Faber— ha superado en mucho la de cualquier romanticismo reaccionario, para abrirse por completo a la del romanticismo agónico y trágico, la del romanticismo cósmico y universal. Y creo que ese germen proustiano al que me he referido antes es el causante de la superación a la que se refiere Paul R. Olson (1983).

¿Cuáles son los elementos proustianos?

1. Descripción de un lugar idílico

2. Descripción de clases sociales

3. Diálogos inteligentes, mordaces

4. Referencias intelectuales

5. Reflexión sobre el arte

6. Reflexión sobre la lengua

7. Descripciones magistrales de un paisaje ampliado (personas inmersas en el paisaje, interactuando con él y valorándolo)

La novela empieza en un barco que se dirige a España. Cuando el azote de las aguas hace que casi todo el mundo lo pase mal, dos hombres sobresalen sobre todos. Por un lado, el Duque de Almansa, representante de la aristocracia culta y educada española. Por otro un joven cirujano alemán, Stein, que viene a ayudar a las tropas isabelinas en la Primera guerra carlista empujado por el afán de servir a los demás y luchar por una causa justa. Para entenderse tienen que hablar en latín. 

El idealismo de Stein, tras dos años de aquel encuentro, se verá bruscamente truncado cuando tras ayudar a un enemigo herido, tiene que huir de su propio ejército acusado de traición. Agotado y enfermo consigue llegar a un monasterio en ruinas, abandonado por las desamortizaciones, junto a un hermoso pueblo costero andaluz, Villamar. La autora nos presenta entonces, de una manera magistral, un retablo de personajes y costumbres y un hermoso paisaje andaluz muy pintoresco y, por tanto, interesante. En medio de todos está Marisalada, conocida por La gaviota. Hija de un pescador que vive como puede. Tiene un carácter muy especial; altiva, indiferente a los insultos, propensa a faltar el respeto a cualquiera, pero con una virtud sobrenatural: el canto. Acabará casándose con Stein solo por interés, pues Marisalada no quiere realmente a nadie.

Los avatares del destino harán que Stein y el duque se vuelvan a encontrar. El duque conocerá y escuchará a la joven esposa del médico alemán. Asombrado consigue que acepten ir a Madrid para que La Gaviota demuestre su destreza en el canto. Esto ocurre en la segunda parte en la que la autora ahora describe con detalle proustiano la aristocracia española del momento. Las tertulias caprichosas, el lujo, el amor a la ópera y a la música se desarrollan al tiempo que el propio duque se va enamorando de la joven. Pero cuando este decide llevar al matrimonio a una corrida de toros, sin quererlo, consigue que Marisalada conozca a Pepe Vera un apuesto torero del que se enamorará perdidamente.

En el fervoroso prólogo que aparece en la edición de cervantes virtual, encontramos párrafos muy interesantes. Así vemos la motivación de la novela:

Y, en verdad, no nos hemos propuesto componer una novela, sino dar una idea exacta, verdadera y genuina de España, y especialmente del estado actual de su sociedad, del modo de opinar de sus habitantes, de su índole, aficiones y costumbres. Escribimos un ensayo sobre la vida íntima del pueblo español, su lenguaje, creencias, cuentos y tradiciones. La parte que pudiera llamarse novela sirve de marco a este vasto cuadro, que no hemos hecho más que bosquejar.

Y dentro del juicio crítico de don Eugenio de Ochoa:

¿Quién será, nos preguntábamos con curiosidad viva, desde sus primeros capítulos, quién será el FERNÁN CABALLERO que firma como autor esa preciosa novela, La Gaviota, que ha publicado recientemente El Heraldo?

Más dice un brochazo de Goya, que todos los toques y retoques que da un mal pintor; más una palabra de Cervantes, que un tomo entero de un mal novelista.

Todos los personajes de La Gaviota viven, y nos son conocidos.

Lo mismo que de las pinturas de los caracteres, puede decirse de las descripciones de los sitios.

En su momento hasta un crítico de Fernán Caballero como fue ideológicamente Juan Valera llegó a reconocer que:

La novela se lee, no obstante, con placer y con aplauso, y no puede menos de reconocerse el indisputable talento de la autora, el cual es de lamentar que se desluzca a veces y que se malgaste en disertaciones políticas, religiosas y sociales... Son muy de elogiar.., la pintura de la vida y costumbres del campo de Andalucía.

También es notable la opinión de Francisco Blanco García:

Algo permanente y de inmarcesible belleza ha de haber en esa obra para que no hayan podido desacreditarla ni el encontrado oleaje de las opiniones, ni la incredulidad, tan mal avenida siempre con la autora, ni sus propios innegables defectos.

Y en "On the threshold of the realist novel: gender and genre in La gaviota" (1983) de Susan Kirkpatrik, se nos propone que el origen de la fuerza de la novela proviene de la lucha de géneros que suponía a una mujer dedicarse a escribir. Quizás la escritora era consciente de esto cuando, refiriéndose a la duquesa en su novela nos dice:

Jamás habría llegado a creer, si se lo hubiesen dicho, que estaba levantado en el mundo un estandarte, bajo el cual se proclamaba la emancipación de la mujer.

 

 

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