J. Saramago: Don Giovanni ou o dissoluto absolvido

Aunque he leído alguna obra de teatro de Saramago, he de reconocer que es un género, junto el de la poesía, del que no me atrevo a valorarlo como escritor. Sé que cuando le dieron un importante premio en Portugal por una obra suya de teatro (In nomine dei), dijo que aquello era una prueba del mal momento por el que pasaba el teatro en su país (pero quizá no lo hubiese obtenido si hubiese más gente escribiendo para el teatro en Portugal. Cuadernos de Lanzarote I).
Ha sido una sorpresa que también él se viera atrapado por la figura de Don Juan. Es cierto que apuesta por llamar a nuestro legendario personaje Don Giovanni, famoso apelativo a partir de la ópera de Mozart y libreto de da Ponte. Todavía no he transitado por esa vía italiana, pero supongo que en breve lo haré.
He leído Don Giovanni ou o dissoluto absolvido en portugués (concretamente en la edición que se hizo en Brasil en 2005), idioma que no domino (también incluye diálogos en italiano). Con ayuda del diccionario y la imaginación creo haber entendido la obra. Pero no me atrevo a escribir una reseña en portugués por muy sencillo que parezca usar un traductor online para ello. Me sabe mal no conocer mejor esa lengua. En alguna ocasión he intentado estudiarla, pero el intento perdió fuerza casi en el mismo instante que apareció. Lo mismo me ocurre con el italiano.
Ha sido un placer volver a leer algo de Saramago. En los diálogos entre Don Giovanni y Leporello, Doña Elvira, Doña Ana y el Comendador, se distingue ese estilo informal, lleno de humor y crítica del Nobel portugués.
Don Giovanni y Leporello tienen el libro de sus hazañas. En él apuntan el nombre de cada una de las mujeres que el “caballero” ha seducido. Llevan ya más de 2000. La estatua del Comendador aparece a pedir justicia exigiendo a Don Giovanni arrepentimiento con la amenaza de enviarlo al infierno si no consiente. Ante la acusación de que fuerza a las mujeres Don Giovanni contesta:
O estupro nunca foi uma atividade sexual do meu gosto. Don Giovanni é um cavalheiro, não viola, seduz.
El juego de amenazas entre la estatua y el seductor es una divertida parodia con la estatua que intenta lanzarle fuegos para que arda en el infierno que a duras penas producen unas ligeras chamusquinas en el suelo.
Doña Elvira y Doña Ana que quieren saber si su nombre está en el libro de las conquistas y en tal caso borrarlo, ingenian un inteligente plan para burlar al burlador impenitente. Consiguen darle el cambiazo y dejar un libro en blanco en el que ya no hay ningún nombre.
Don Giovanni não precisará de morrer para cair no inferno, o inferno será a sua própria vida a partir deste momento.
Además le acusan de impotente.
mas não tardei muito a aperceber-me de que o homem que me apertava nos braços era impotente. A tua apregoada vida de sedutor é que é uma falsidade do princípio ao fim, um invento delirante, nunca seduziste ninguém, farejas como um cão fraldiqueiro as saias das mulheres, mas nasceste morto entre as pernas.
¡Pobre Don Giovanni! ¿Qué hacer cuando la prueba de su virtud ha desaparecido y además acusan de no ser lo que parece?
***
A pesar de que me ha gustado la obra y me parece interesante, Saramago, en esta ocasión, me ha defraudado. Y no por la obra en sí. Sino por el imperdonable olvido de no mencionar a Torrente Ballester en el prólogo:
depois de Tirso de Molina, Cicognini, Giliberto, Dorimon, Villiers, Molière, Rosimond, Shadwell, Zamora, Goldoni, Lorenzo da Ponte, Byron, Espronceda, Hoffmann, Zorrilla, Pushkine, Dumas, Mérimée, e não sei quantos mais.
Sé que ambos se conocían y los elogios de Saramago hacia Torrente son abundantes…así que, aunque reconozco que el olvido es “imperdonable”, se lo voy a perdonar como fervoroso lector suyo que soy.


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