El burlador de Sevilla


 

Almazán es un municipio de unos 5000 habitantes de la provincia de Soria. Muchas veces he pasado por su polígono. En ocasiones en dirección a Valencia, los viernes a eso de las 3, aprovechaba la posibilidad de parar con tranquilidad para comer (aunque las últimas veces  prefería seguir hasta Medinaceli, que me pillaba más cerca). Los domingos por la noche, cruzar el polígono, era saberse ya próximo al destino. El polígono está a espaldas del municipio y desde allí no se puede ver nada de él.

Un día se me ocurrió entrar al pueblo y comerme el bocadillo paseando por sus calles. Tuve la suerte de descubrir el encanto vetusto de Almazán y la vista del Duero que, señorial, discurre junto a los edificios medio arruinados que, a pesar del abandono, dan testimonio de su esplendoroso pasado. La estatua de Diego Laínez que encontramos en la Plaza Mayor, junto al Palacio de los Hurtado de Mendoza, te descubre el gentilicio tan extraño del municipio: adnamantino. El origen del gentilicio es una mentira que se inventaron para dar notoriedad a Almazán como si en tiempos romanos hubiera habido allí una ciudad romana: Adnumantia.

Resulta que Gabriel Téllez, Tirso de Molina, murió en este municipio. Como en el caso de otros autores españoles, no tenemos su tumba localizada, pues el Convento de la Merced en el que murió no se ha conservado íntegramente. Y tampoco está muy claro por qué murió allí.  Por otro lado, El burlador de Sevilla, es una obra atribuida a Tirso pero las apuestas apuntan a que la versión que tenemos la escribió Claramonte a partir de una obra que quizás sí escribiera Tirso.

Sea como fuere surge en El burlador la gran figura de Don Juan. Bueno, tampoco sabría decir por qué éste Don Juan es un gran personaje. Más bien es un tipo miserable cuyo ajusticiamiento deseamos desde el principio.

Como acabo de leer el Don Juan de Zorrilla, no he podido dejar de compararlos. Éste burlador está dividido en tres jornadas. Las dos primeras son de versos más cortos que la última. Cuesta algo leerlas. Además, no está dividido en escenas, y eso también dificulta la lectura. La tercera jornada alarga los versos y se nos hace más "narrativa".  La lectura es más ligera y amena.

Este Don Juan no tiene perdón. En ningún momento muestra arrepentimiento. Una tras otra va engañando a las mujeres que encuentra. Nada ni nadie le importa. Su criado muestra de vez en cuando el temor a que les pillen y hagan justicia. Pero Don Juan le contesta

Si es mi padre

el dueño de la justicia,

y es la privanza del Rey,

¿qué temes?

Y Catalinón, el criado, le contesta:

De los que privan

suele Dios tomar venganza.

Creo que en estos versos está el sentido final de la obra. Ejemplarizar. En las dos primeras jornadas vemos a Don Juan burlar/engañar mujer tras mujer haciéndolas creer que está enamorado de ellas y que con él se casarán. Pero también burla a amigos y a las parejas de aquellas mintiendo y haciéndoles creer que ellas le prefieren a él. Su conducta se nos asemeja a la de un desequilibrado. Alguien que busca en las atrocidades que comete ascender a la fama. La ayuda de su padre y criados le permite escapar de los diferentes trances.

Al final, cuando hace burla de la estatua de una de sus víctimas muerta, su perfidia llega demasiado lejos. Tenemos que entender que Dios, a través del fantasma del comendador, ajusticia a Don Juan. La cena que ofrecen en la iglesia al descarriado joven es memorable. Y en el plano más terrenal, el Rey será el encargado de arreglar los casamientos que Don Juan frustró con sus burlas.

Hace unos meses veía una conferencia sobre Literatura Universal en el Ateneo en la que se decía que no leemos los grandes libros sino que ellos nos leen a nosotros. Es curioso que cuando comparamos ambos donjuanes, el de Zorrilla se nos muestra más bello, sentimental, literario. Don Juan tiene un punto de honor que nos lleva a perdonarlo. Hasta pensamos aquello de que es esclavo de su destino. Éste Don Juan lo deja bien claro,

el honor se fue al aldea

huyendo de las ciudades.

Pero yo he notado que el Don Juan atribuido a Tirso de Molina me ha leído, mientras que al de Zorrilla he sido yo quien lo ha leído.

 

 

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