M. Delibes: El camino

20 de diciembre de 2010. Reseño El camino (1950) de Delibes.

12 de marzo de 2010, Delibes murió en Valladolid.

En aquella reseña, 110 palabras, considero la novela encantadora. Normalmente, cuando me gusta un libro, le dedico más palabras que esa escueta centena. Deduzco que no me impresionó entonces.

Ahora se me vienen muchas ideas a la mente y me he de esforzar para poner un poco de orden en mis pensamientos.

Junto a Las últimas horas, La noria y La colmena, se considera esta obra de Delibes como el inicio de la novela social de posguerra española.

Discrepo.

Puede que estas cuatro novelas sean consideradas como hitos de nuestra literatura en un momento de reajuste cultural y artístico. Pero, como dice Mariano Baquero Goyanes en La novela española de 1939 a 1953: Delibes es un narrador que gusta de la construcción lineal y sin complicaciones, así como de un diálogo también sencillo y directo, bastante eficaz novelísticamente. Características que no aparecen en ninguna de las tres primeras novelas aquí mencionadas. Además de la localización, en este caso rural y en aquellas urbana.

La originalidad temporal de Delibes consiste en situarnos en la noche anterior al viaje del pequeño Daniel, el Mochuelo, hacia la ciudad para estudiar (progresar). Durante esa larga noche, retrospectivamente, recorremos la vida de Daniel y su familia, sus correrías infantiles con Roque, el Moñigo y Germán, el Tiñoso, las venturas y desventuras de los adultos que viven en el pequeño pueblo castellano (del norte de Castilla). La primera parte, entrañable, pero más infantil, se refiere principalmente a ellos, los niños. Me ha parecido pueril. Sin embargo, a partir de un momento, cuando se van desarrollando episodios en los que se entremezclan la vida de los adultos y los niños, la novela se nos hace más cercana y nos llega a emocionar tanto humorísticamente como dramáticamente.

Cuando reseñé anteriormente esta novela me preguntaba si tras las palabras de Delibes había cierto mensaje “social”.  Por aquel entonces me esforzaba por encontrar un mensaje “político” más que “social”. Ahora creo que lo que nos quería hacer ver el autor, justo cuando España empezaba a “recuperarse” económicamente, era una idea mucho más profunda que la superficial política del momento. Nos estaba hablando de la reconversión industrial. De la implicación que suponía el nuevo modelo económico en España en el que el mundo rural se tenía que abandonar para progresar. Y de la falacia de ese progreso. Daniel se dice en algún momento: Si esto era progreso, él, decididamente, no quería progresar. Por su parte, se conformaba con tener una pareja de vacas, una pequeña quesería y el insignificante huerto de la trasera de su casa. No pedía más. Los días laborables fabricaría quesos, como su padre, y los domingos se entretendría con la escopeta, o se iría al río a pescar truchas o a echar una partida al corro de bolos. Quedarse, sencillamente, era apostar por la miseria. Saltar del tren en marcha, romperse la crisma.

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