C.J. Cela: La colmena
Hace unos meses un compañero de
trabajo, durante el almuerzo, nos contó su experiencia al leer El padrino (me imagino que fue cuando la
echaron de nuevo en La 2). Nos contó
cómo la leyó entusiasmado y, al llegar al final, extasiado, la volvió a empezar.
Le escuchaba yo con envidia. Alguna
que otra vez me he vuelto a leer un libro al acabarlo; pero no ha sido por repetir
el placer que me había provocado sino por tener la sensación de no haberlo
leído bien…
Y ahora, al volver a leer La colmena…
La colmena me la he leído ahora dos veces, una detrás de otra, pero
podrían haber sido cuatro. Me la leí (tengo apuntado) en 2004. No recuerdo que
en aquella ocasión me causara este efecto. Escena tras escena, capítulo tras
capítulo, me la he leído con asombro, releyendo incluso a veces algunos
párrafos extraordinarios. En más de una charla con aquel compañero de El padrino, hemos comentado que los
libros tienen su “momento” en nuestras vidas. Por eso, renunciar a la relectura
de algunas obras que no nos dijeron mucho puede ser un error. Y, aunque parezca
innecesario por el riesgo que conlleva, volver a leer lo que nos maravilló o
gustó nos permita tener una visión más exacta de la obra sin perder, necesariamente,
la perspectiva.
No es de extrañar, como decía Mainer y comenté en la reseña a La noria,
que de las tres novelas que se consideran iniciadoras del realismo
social de la posguerra en España
(Las
últimas horas, La noria y La colmena) las otras dos estén
prácticamente olvidadas. No obstante, considero las tres muy recomendables, en
especial La noria. Me atrevo a decir
que forman todas ellas un corpus de
lectura inseparable.
Cela
quiso escribir una serie de novelas tituladas Caminos inciertos. Así, podemos leer La colmena como una primera parte en la que el autor nos presenta
los numerosos personajes que aparecerán en las siguientes. Pero bien por el
esfuerzo que supuso escribirla (5 años, nos dice) o publicarla (finalmente
fuera de España) no tuvo continuación.
Aunque es probable que, visto el resultado, el muy perspicaz y futuro nobel
español, fuera consciente de que había escrito una obra maestra cuya
continuación estaba condenada al fracaso.
En La colmena encontramos crueldad y humor. Una descripción minuciosa de un Madrid miserable en el que la recuperación económica de algunos parece ser exclusivamente gracias a la explotación sistemática de los otros. En particular de los que antes y durante el conflicto estuvieron en el bando de los perdedores. Un Madrid en el que las mujeres han sido condenadas a ser amas de casa o, prácticamente, prostituirse (cierto que también algunas son “grandes mujeres dueñas de sus vidas”). Un Madrid deslucido incluso a los ojos de quienes pensaron haber luchado por conseguir una España mejor, más grande y más libre. De hecho, creo que mejor subtítulo que el de Caminos inciertos, podría ser: El desencanto del falangista. Un Madrid en el que todavía hay que esconderse y llevar papeles en regla por el que deambula Martín Marco, como alma en pena, al albur…
Excepcional obra maestra.
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