Vicente Blasco Ibáñez: Cañas y barro

 


1902 también es el año de publicación de esta emblemática obra de Blasco Ibáñez. Y digo también, porque es el año de Sonata de otoño, Amor y pedagogía, La voluntad y Camino de perfección.  Al igual que La barraca, es una novela brutal, y en los momentos claves, truculenta. Como creación literaria esta es mucho más elaborada. Hay una clara composición naturalista a lo Blasco. Porque nuestro gran escritor valenciano no es ajeno a las corrientes estilistas del momento y sus descripciones tienen un colorido y un subjetivismo que confía más en la impresión, la pincelada, que no en la detallada mirada de un narrador circunspecto.

Yo fui educado en tiempos de una monopólica televisión pública en la que, sin embargo, veíamos impresionantes adaptaciones de nuestra literatura. De Cañas y barro tengo grabadas muchas imágenes. Al leer ahora la novela, siento y compruebo, increíblemente a pesar de los años, algunas diferencias y rememoraciones casi idénticas. La ímproba tarea de ganar terreno a las aguas, la desfachatez y vaguería de los hombres protagonistas jóvenes, la rigidez y entereza del abuelo, la picardía y maldad de ella. Blasco creó una obra inmortal.  Cierto que ese afán descriptivo de la primera parte en la que nos muestra las gentes y costumbres de la Albufera se nos hace un poco cuesta arriba, pero después va todo ágil y nos va sobrecogiendo la historia hasta el salvaje final que, como en un episodio bíblico, acaba justamente.

Imprescindible.

 

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