Ernesto Bark: Los vencidos

 


Cuando leí La mujer del todo el mundo y La prostituta, mencioné algo así como la “tercera división literaria”. Ernesto Bark es una figura muy interesante. Livonés, llegó a España y se afincó aquí. Declaró tener tres nacionalidades: «la alemana etnográficamente, la rusa por política (y por desgracia) y la española por afirmación y amor».

En Los vencidos, entre muchas cosas interesantes del momento que vive lo que llamamos Europa, define al grupo de escritores que formaron la bohemia madrileña de la siguiente forma:

sólo de cuando en cuando tropezaba con uno de la gente nueva que dirigía su mirada al porvenir y que como el emigrado ruso en su país era un extraño en su propia patria, porque no le comprendieron y quizás se burlaban del soñador. Tiempo y mucho tiempo y más paciencia aún se necesitaba para buscar a estos soñadores idealistas entre el tropel del vulgo que llenaba las redacciones, los cafés y las tertulias literarias y políticas de Madrid.

Todo indica que Erico Orloff, el personaje de la novela, vive algunas de las aventuras que el propio Ernesto Bark vivió. Socialista utópico, asombra la visión que muestra de la lucha revolucionaria contra el zarismo ruso y el gran ideal de una república social mundial que persigue.

Erico estaba resuelto costase lo que costase a salir de ellas porque nada temía tanto como el abandonarse al azar, o sea, al capricho de las circunstancias, único norte de la generalidad de la gente. Bien que fatalista en cuanto a la estrella suya tenía un horror verdadero a aquel marasmo que suele ser la consecuencia inevitable de la inercia y pasividad humanas. Este marasmo es realmente el principal causante de casi todas las desgracias y miserias que nos rodean, que degradan al hombre haciendo de él un ser sin voluntad e iniciativa, una mísera planta que vegeta donde la ciega suerte lo quiere y que marchita y muere si sobre ella no caen los rayos del sol o si la tierra que cubre sus raíces no es fértil. ¿Para qué nos dio la naturaleza la inteligencia humana si no nos servimos de ella para determinar nuestro destino y buscar el rincón de la tierra que más nos plazca y donde más felices podamos ser?

Tras llegar a Rusia para fomentar la caída del régimen queda desmoralizado por lo que observa:

Este era aquel pueblo que los revolucionarios querían redimir de la esclavitud económica. ¡Un pueblo esclavo aún, y que ni siquiera sentía el deseo instintivo de la libertad! Antes de ser libre es preciso sentir la vergüenza de las cadenas, y antes de redimirle socialmente, es menester que tenga conciencia del horrible mal social que le impide pensar, desarrollarse y ser feliz.

Uno puede pensar que el libro es un panfleto radical. Pero llama la atención que el socialismo que promulga tiene poco que ver con el tópico comunismo revolucionario:

Erico comprendió entonces el verdadero carácter del socialismo alemán marxista cuya fuerza consiste en su ciego sectarismo, en aquel fanatismo que hace de la doctrina socialista en los países alemanes una nueva religión de las masas proletarias, pero también comprendió los peligros de esta corriente empujada adelante más por fuerzas instintivas y elementales que guiado por inteligencias superiores y los dictados de la ciencia. Este socialismo trae en sí gérmenes peligrosos del más degradante de los despotismos que es el de la demagogia y amenaza con sepultar bajo el diluvio del Estado socialista autoritario las conquistas de la libertad, el fruto de cuatro siglos de luchas contra el despotismo religioso y político. El revolucionario internacionalista se creía en el deber de combatir esta tendencia perniciosa del socialismo alemán cuya influencia había observado tanto en Rusia y Francia como en Italia y hasta en España.

También habla de la crisis de 1873, como ejemplo del mal camino que el sistema capitalista especulativo produce.

 Blechstein era uno de los afortunados publicistas que supieron enriquecerse en aquellos años de juego en una bolsa desenfrenada, los cuales tuvieron después aquel trágico fin, la gran quiebra universal de 1873; cuando centenares de banqueros, comerciantes e industriales se suicidaron; y cuando Viena y Austria cayeron en el abismo de la miseria tras años de fantástica especulación.

Es decir, por desgracia, todo bastante parecido a lo que tenemos ahora.

Con todo lo dicho alguien se preguntará si hay algo de novela en este libro. Pues sí, claro. La llegada del joven a Málaga y las risas de las jóvenes andaluzas que le reciben nos recuerda en algo a La gaviota. Allí un joven idealista extranjero, Stein, conocía a la bella Marisalada. Aquí Erico conoce a Matilde. Stein vino a España a luchar en las guerras carlistas. Erico viene para coger impulso y volver a Rusia a hacer la revolución. Además, mientras está fuera ganándose la vida a la espera de tener dinero suficiente para regresar y casarse, la familia de ella se arruina y le buscan un novio "rico". Y, desgraciadamente, a él no le va nada bien el trabajo en Austria. No obstante, harán lo posible por mantener vivo su amor.

Bark también reflexiona sobre la novela:

La novela moderna es ante todo psicológica; pinta acontecimientos interiores, revoluciones de carácter y de ideas, y se distingue en esto esencialmente de la novela de nuestros padres que leían con vivísimo interés las aventuras de Montecristo. Sin embargo, más difícil es para el lector seguir y comprender el desarrollo de un carácter y el concepto de mundo de uno o varios protagonistas que seguirles por las aventuras en países extraños o en conflictos horripilantes con asesinos y piratas. No sólo exige el novelista moderno mayor atención de sus lectores, sino más aún, una ilustración poco común y entendimiento de los fenómenos psicológicos.

Como vemos está plagada de centros de interés esta novelita con pocas pretensiones literarias, pero con un afán didáctico muy notable.


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