Vicente Blasco Ibáñez: Entre naranjos

 


Vaya si tenía razón Clarín al decir:

El mismo país (Levante) ha sido pintado de modo admirable, ha poco, por otro novelista, Armando Palacio en su Alegría del capitán Ribot. El terreno viene a ser el mismo; para el espectador es diferente. Palacio es nervioso... bilioso... y su musa algo linfática. Ve lo mismo que Blasco, y ve otra cosa. Donde Blasco encuentra perfumes alcahuetes del pecado, Palacio, más curtido, más equilibrado, ve un apacible escenario para un drama de la virtud. Donde Leonor sucumbe, Ribot se abstiene.

Pero no tiene razón porque La alegría del capitán Ribot y Entre naranjos describan el mismo país, sino porque ambos describen dos naturalezas distintas. Es posible que desde la distancia Clarín viera Levante como un único país, con pocos detalles. Pero Blasco Ibáñez tenía al escribir sus novelas de “tema valenciano” la idea de mostrar las distintas formas de vivir alrededor de Valencia. En el prólogo a Sonnica la cortesana dice:

Había publicado ya Arroz y tartana, Flor de Mayo, La barraca y Entre naranjos, que son la novela de la vida en la ciudad, de la vida en el mar, de la vida en la huerta y de la vida en los naranjales. Tenía entonces el proyecto de escribir Cañas y barro, y para ello estudiaba la existencia de los habitantes del lago de la Albufera.

La obra de Palacio Valdés está situada entre Valencia ciudad y sus playas. Entre naranjos ocurre en Alzira. Palacio Valdés describe una “casa de campo” en la playa de la Malvarosa a la que se llega atravesando campos y huertas. En una casa como esas escribió Blasco Ibáñez Entre naranjos. Blasco escribió una obra colorida, sensual, suntuosa, con referencias a las grandes ciudades del mundo en las que Leonora, la cantante protagonista, ha estado. En La alegría del capitán Ribot todo es contención. Aquí hay una lucha de pasiones, amor y desamor. Naturaleza y sociedad voluptuosamente enredados. El contraste es colosal. Blasco Ibañez se muestra como un narrador muy diferente a Palacio Valdés y, también, a los otros grandes del momento que se nos aparecen, comparativamente, algo timoratos y circunspectos.

Recomendable. 

 

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