Ana María Matute: Los mercaderes II: Los soldados lloran de noche

 


Una ventaja de leer Los soldados lloran de noche nada más terminar Primera memoria es el alivio que sientes por Manuel. Pero el cariz que toma la novela casi de inmediato te hace pensar que aquello no va a acabar bien…

En esta segunda parte de Los mercaderes se pretende justificar el odio, o animadversión (si no se quiere usar la otra palabra), que se muestra hacia la familia de Manuel. También, por parte de la familia de Matia y Bruno, hacia el tío Jorge de Son Major. Todo confluye en Jeza: Alejandro Zarco.

Ana María Matute entrelaza dos historias para justificar el ambiente con el que nos encontramos en Primera memoria. Es asombroso que se publicara una novela como esta en 1963 y que, además, ganara el Premio Fastenrath (que también recayó anteriormente en novelas tan dispares como La esfinge maragata y Nada).

En la primera historia seguimos la vía de Manuel y el padre putativo (José Taronjí) y del verdadero padre: Jorge de Son Major. Esta nos lleva a Jeza quien está preso por sus ideas y acciones. Manuel va a visitarlo a la cárcel poco antes de que este sea ajusticiado. Así, llega hasta su mujer: Marta.

La otra gran narración es la vida de Marta. Ana María Matute nos presenta una mujer compleja. Digamos que es una antiheroína. Criada por la madre (el padre las abandona) y una sirvienta, vive encerrada y sobreprotegida. Es algo paradójico porque estas dos mujeres adultas se dedican a regir unos “hotelitos” tapaderas para el tráfico de drogas y prostitución. Estamos antes de la Guerra Civil. La niña, al llegar a cierta edad, se le intenta encerrar para que no se “estropee”. Sutilmente se sugiere en algún momento negocios sucios a los que dedicarla. Asistimos con asombro a la “mayoría” de edad de Marta y cómo conoce a Raúl, amante y socio de su madre (mucho más joven que esta). En algún momento la situación se hace insoportable y la pareja huye a Barcelona. Allí Marta conocerá a Jeza, hermano de Raúl. Todo esto se lo va contando Marta a Manuel

Entre ellos, al final, surge una extraña relación, atrapados por ese espíritu indómito de Jeza que les llevará a precipitarse en un final, de nuevo, atroz.

P.S: Los soldados lloran de noche es un poema de Salvatore Quasimodo. (I soldati piangono di notte)

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