Mary Ann Evans: Middlemarch
Hace unos años sufría pesadillas en las que asistía a la muerte de alguno de mis hijos. Después pasé una temporada en la que la idea de mi muerte me angustiaba. Sentía una terrible desazón pensando que, tarde o temprano, iba a morir. Ahora, desde hace unos meses, aunque siento que quizás no me llegue tan tarde como cabría esperar, pienso en la muerte casi como un alivio, una capitulación. El reconocimiento de que el mundo no necesita de mí... Ni de mi ni de nadie, claro. Me limito a lamentar no poder asistir a algunos acontecimientos que me gustaría vivir, no visitar algunas ciudades, no volver a estar con quien quiero... Y, por supuesto, no leer algunos libros que me gustaría leer por primera vez o releer con detenimiento.
Cuando compré hace ya mil años está edición de más de mil páginas en Debolsillo, lo hice como si comprara un terreno en la montaña que un amigo te aconseja comprar asegurándote que es una gran oportunidad de la que no me iba a arrepentir. Aquel amigo fue Harold Bloom.
La edición ha cumplido 20 años. No recuerdo si me ha acompañado todos ellos o solo llevaba en mi estante algunos de ellos. El asunto es que ahora, porque sí, me he aventurado a su lectura. Me imagino que en parte por la misma razón que decidí leer Los miserables hace unos meses. Leer un libro de mil páginas supone una declaración de principios. Uno se compromete en una larga empresa salvo que, con mucha disciplina, lo incorpore a su día-día como una de sus tareas u obligaciones.
Middlemarch es una obra maestra. Hace muchos años leí Silas Marner de la misma autora. Creo que me leí aquella novela porque no me atreví con Middlemarch y quería leer a Mary Ann Evans. No solo Bloom considera esta larga novela su gran obra. En el excelente artículo en Wikipedia, se hace referencia a Virginia Woolf, Martin Amis o Julian Barnes.
Al poco de empezar la novela descubrimos que la autora nos sitúa en la ciudad de provincias imaginaria Middlemarch para hacer un retrato de lo que ocurrió en Inglaterra alrededor de 1830. Hay una clara descripción de la sociedad y de las reformas sociales, económicas, políticas, educacionales y sanitarias.
Sobre ese paisaje minuciosamente elaborado, nos presenta, especialmente, a tres mujeres cuya vida va a ser el foco de atención a lo largo de los ocho libros que componen Middlemarch: Dorothea Brooke y su hermana Celia, Rosamond Vincy y Mary Garth. Junto a ellas, además de sus familiares, aparecen sus “parejas”: Edward Casaubon, James Chettam, Tertius Lydgate, Fred Vincy y Will Ladislaw. Como vemos, ellas son 4, y ellos son 5. Parte de la novela está dedicada al “amor” entre Dorothea con Ladislaw, que es primo del reverendo Casaubon, quien será el primer marido de Dorothea. Sin embargo, aunque al final ese amor se convierte en principal protagonista de la novela, no podemos reducirla simplemente a ese amor y sus “dificultades”. No obstante, es el punto más conflictivo que la crítica echa en cara a la autora. Muestra de la grandeza de la novela. Pues, cuando la acabas, casi seguro que piensas en lo inadecuado del final y no llegas a entender que una mujer como George Eliot, haga eso con un personaje tan especial como Dorothea Brooke.
No es habitual “enfadarse” con el autor porque sientes que es injusto o hace pasar a sus personajes por situaciones o actuaciones que no se merecen. Durante toda la obra te has hecho amigo de ellos; los comprendes, empatizas. Crees incluso saber lo que van a hacer porque crees saber cómo piensan. El escritor o la escritora ha alcanzado la gloria. Ha creado un personaje redondo, vivo (en ti, pero vivo).
Dorothea es una gran mujer, ingenua, llena de buenas intenciones, anhelos y dispuesta a mejorar el mundo. Comete errores y tiene, en algunos aspectos, mala suerte.
Su hermana Celia, con los pies en el suelo, va a ser agraciada con una buena vida. En parte la que su hermana rechaza.
Rosamond, hay algo en ella que nos recuerda a la Scarlett O’Hara cinematográfica, tiene la suerte de encontrar a un gran hombre Lydgate, quizás el hombre que debería haber encontrado Dorothea, que es, sin embargo, desafortunado.
Mary Garth, de una clase social mas baja, con las ideas muy claras, enamorada de Fred (y viceversa), el hermano de Rosamond, es más calculadora, como su padre, y no está dispuesta a comprometer su futuro.
Asistimos a cómo cada una de ellas, con su personalidad, con sus posibilidades, agarran las riendas de sus vidas y se dirigen hacia el futuro que quieren. En algún caso, el fracaso.
Pero
una cosa es la dirección que decidimos llevar y otra es hasta dónde llegamos.
Porque la vida, y esta novela habla de eso mismo, la vida, no es solo nuestra voluntad… Hay que añadir “las circunstancias”. Y eso George Eliot,
Mary Ann Evans, lo logra magistralmente en Middlemarch.
Comentarios
Publicar un comentario