G. Eliot: Silas Marner


Esta novela es como un vaso que llenas con agua del río y dejas reposar sobre una mesa. Al principio todo está turbio pero, lentamente, todo aquello que se remueve y parece flotar en el agua, se va posando en el fondo o, si es el caso, acaba en la superficie. 

Silas Marner es un tejedor que tras ser acusado injústamente de un robo, abandona su hogar tras la vergüenza a la que es sometido que incluso le cuesta la pérdida de la joven con quien se iba a casar por no acusar a su mejor amigo.

Silas, además, sufre de pérdidas de conciencia (supongo que epilépsia), y de cierta misantropía que hacen de él un ser especial al que el resto de conciudadanos ve como un tipo raro, casi satánico. Él, sencillamente, se dedica a su trabajo con deleite y goza al ver aumentar su fortuna. Hasta que un día le roban sus guineas de oro y su vida cambia completamente, especialmente al encontrar  a una niña que acaba de quedarse huérfana. 

Sin él saberlo hay una historia en el que él y su hija adoptiva están involucrados con la familia principal de Ravaloe, población en la que vive.  

Y, como decía al principio, acaba depositándose en el fondo del vaso todo aquello que enturbia el agua y, con la parsimonia de la novela canónica del XIX, recibes la lección moral y magistral que, lamentablemente, sigue siendo válida en la actualidad en la que miles de imbéciles nos empeñamos en alcanzar la felicidad en el dinero, el éxito, en la fama o en cosas similares.

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