Rosa Chacel: Memorias de Leticia Valle
Si el lector consigue llegar al
final de Memorias
de Leticia Valle (1945), de Rosa Chacel, descubrirá
la sorpresa que la autora nos ha ido preparando lánguidamente. Y lo digo
de esta manera porque es una de mis escritoras favoritas. Es decir, como Proust,
como Azorín, como Joyce (a veces), como Virginia Woolf, como
Claude Simon … “deliciosa”; y, monumento al bostezo…
En esta novela corta, Rosa
Chacel nos sitúa ante el diario de una joven (superdotada, si nos la
queremos imaginar), huérfana de madre, cuyo padre ha regresado de la guerra de Marruecos
lisiado. Viven en una casa en Simancas, cerca de Valladolid. No
tiene sentido que Leticia vaya a la escuela del pueblo y empieza a asistir a
clases de música en casa de una vecina, Julia. Como a Leticia no
le agrada mucho estudiar solo música, el marido de esta mujer, Don Daniel,
empieza también a impartirle clases sobre diversos temas.
Asistimos entonces a un ambiguo juego de seducciones intelectuales mezclados con las relaciones entre el matrimonio. Todo es muy sutil y empezamos a intuir que existe o puede llegar a existir algo más que una relación maestro-alumna… Pero esto no es mas que el argumento "superficial" (o comercial) que puede desviar la atención de lo que es una bella narración de los sentimientos de una joven que no quiere limitarse a ser una entrenada mujer de su casa (como las protagonistas en Estación, ida y vuelta y Barrio de Maravillas).
No es esta la mejor novela de Rosa
Chacel. Ha intentado aproximarse al estilo de Proust lo justo para
que nos lo recuerde vagamente. También me ha recordado al Joyce del retrato.
Incluso algo me ha rememorado a Virginia Woolf. Y al mismo tiempo ha buscado el final impactante,
uno diría que impropio.
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