Rosa Chacel: Estación. Ida y vuelta.


Rosa Chacel es, a mi juicio,  una olvidada escritora de la Generación del 27 que todo el mundo debería conocer. Decir Generación del 27 parece retrotraerla a un remoto pasado y nos llevaría esto a un desgraciado equívoco. Aunque nació en 1898, vivir 96 años la convierte en una escritora muy interesante de todo el siglo XX.

Estación. Ida y vuelta (1930) es considerada su primera novela. Por ahí he leído alguna reseña que critica el libro “desafortunadamente”: su forma de narrar y divagar no engancha como para querer y desear entender lo que quiere explicar[aquí]. La propia Rosa Chacel, en un prólogo explicativo en el que nos sitúa en el espacio y en el tiempo de creación de la novela, casi se disculpa por su volumen pretencioso y abstruso.

Hace muy poco hemos tenido la suerte de reunirnos online algunos tertulianos para hablar de Al faro, la novela que se nos quedó en suspenso el año pasado. Una de las conclusiones que obtuvimos fue que Virginia Woolf escribe de tal manera que supone una exigencia especial al lector. Su novela es un producto intelectual. El siglo XX está plagado de esas formas especiales de narrar. Las hay más difíciles y otras que más “enganchan”, si se puede decir así. Y si uno opta por adentrarse en ese mundo de literatura difícil, seguro que se topa con Franz Kafka, James Joyce, Virginia Woolf, André Gide, William Faulkner, Samuel Beckett, Claude Simon o Alain Robbe-Grillet (o les españoles Juan Goytisolo o Luís Martín-Santos o el propio Cela) entre otros que me vienen en estos momentos a la cabeza de los que he leído alguna cosa.

En el prólogo Rosa Chacel reconoce la influencia de Freud,  Joyce, Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez.

El descubrimiento de Joyce me dio la seguridad de que, en novela, todo se puede hacer: poesía, belleza, pensamiento, horror, fealdad, blasfemia, pertinacia de la fe...

Al leer la novela te vas dando cuenta de infinidad de cosas. Quizás la primera es la valentía de esta joven mujer en escribir algo tan vanguardista, en el sentido de innovador, diferente. Lo podemos achacar al hecho de escribir en aquella época dorada en la que confluyeron tantos grandes artistas. El pensamiento de Ortega, por lo poco que yo conozco, forma parte de las reflexiones del hombre narrador protagonista.

Tengo mi destino, que yo prefiero llamar camino. Por él iré con todas mis circunstancias y con todas nuestras consecuencias. Eso, las consecuencias, serán la realización de mi Destino. Pero eso ya lo veremos al final. O, mejor lo verán. Yo no veré mi Destino; mientras yo lo vea será camino. Los que miran a los otros desde su Destino les amargan la vida con sus miradas codiciosas, de reclusos. En cambio, en el camino es grato mirarse. Es grato mirar y ser mirado. Nada de afectar indiferencia por la mirada ajena.

Pero también se aprecia un impresionismo y una prosa poética especial.

¡Un camino! Mejor que toda posición. Un camino es lo único deseable. Un camino largo, sin montañas limitadoras. Un camino custodiado por árboles que se den las manos para que no se escape por entre ellos, porque cuesta mucho trazarle. Un camino que seguir todos los días. Ahora comprendo lo que me ha traído a él, lo que me ha hecho elegirle entre las posiciones.

Dice Juan Ramón Jiménez en Españoles de tres mundos:

El recuerdo de Rosa Chacel me llega siempre como acompañado del olor y el sabor. Perfume fresco, libre, de jardín con huerto o de huerto donde hubiera algún rincón en flor. Calidad de flor en el continente, con contenido rico, sustancioso, secreto, de fruto.

Muy recomendable.

 

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