Ramón J. Sender: Imán
En España, cuando trabajaba en
su oficio de herrero, el amo le decía todos los días dos o tres veces:
-Pero, chico, ¿estás imantao?
Caían unas tenazas y había de ser cuando él
estaba debajo. Saltaba una brizna de hierro y le daba en las narices. Se enfadaba
el amo, el hijo del amo, y le volaba el martillo a las piernas. Cuando el jefe
decía la frase sacramental para que acudieran todos a sostenerle una viga -
¡zarpas aquí!»-, llegaba el último; pero siempre llegaba a tiempo de recibir un
trastazo de alguien. En broma, comenzaron a llamarle «Imán». No había hierro en
el taller que no hubiera chocado alguna vez contra sus huesos.
Imán
(1930) es la primera novela importante de Ramón J. Sender.
Al tratar sobre la segunda
guerra de Marruecos y el Desastre de Annual,
el título puede hacer pensar en la acepción religiosa-político musulmana pero,
como vemos, es el apodo de Viance, el soldado español protagonista que
consigue escapar de la masacre.
Ya leí hace tiempo otra novela
sobre esta guerra: El
blocao (1929) de Díaz Fernández, publicada el mismo año en el
que Hemingway publicó Adiós
a las armas. Las novelas sobre la guerra suelen ser muy parecidas. Se
tiende a escribir como un corresponsal de prensa. En este caso Sender usa
una interesante técnica incluyendo diferentes narradores: Viance, Antonio,
alter ego de Sender, y un narrador tradicional (me ha recordado
un poco a La
novela de mi amigo de Miró). Independientemente de esto, Sender
da muestras de ser un gran escritor, describiendo los acontecimientos y los
puntos de vista de los protagonistas. Además, retrata la situación política en España
(monarquía de Alfonso XIII) y el pobre papel de los oficiales en el
conflicto.
A mi juicio, el final, con el retorno
de Viance a España y el recibimiento de las gentes, el
descubrimiento de que su pueblo ha desaparecido bajo las aguas de un pantano y
que ya no puede ni visitar las tumbas de sus padres, dota a la novela de una
valoración especial de lo mucho que se pierde en los conflictos bélicos.
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