Armando Palacio Valdés: La fe

 


Decía hace poco que Emilia Pardo Bazán se encumbraba en la lista de mis escritores favoritos. No obstante, si alguien me pide que le recomiende alguna novela de la época, creo que las de Armando Palacio Valdés van a estar entre las primeras. Cada vez estoy más convencido de que se le debió dar el Premio Nobel dado el idealismo que impregna sus novelas. Además de la defensa de la virtud del hombre que en casi todas (las que he leído) hace. Quizás la pega más importante que se le pueda hacer hoy en día es un sesgo hacia el varón en contraposición a la mujer. Pero como ya dije hace tiempo, cuando se habla en la actualidad de la necesidad de nuevas masculinidades, se debería reconocer que en las obras de Palacio Valdés se pueden encontrar.


Si yo fuera profesor de literatura, creyente, en un colegio religioso, la lectura de La Fe sería una situación de aprendizaje perfecta para mis clases. Los americanos (de EEUU) han hecho de Matar un ruiseñor una obra de referencia en todas las escuelas. Esta novela de Valdés, como Dulce dueño de Bazán, podrían serlo en las escuelas, católicas o no. Y me sabe mal que este párrafo pueda alejar a los lectores no creyentes, pero baste decir que no me considero yo creyente y las recomiendo sin ninguna duda.


Porque aunque el tema en este caso es una crisis de fe del padre Gil, lo que nos golpea el alma es presenciar cómo un ser noble, ingenuo y bondadoso es perseguido y tratado injustamente. La descripción detallada de una clerecía falta de luces, envidiosa y dogmática hizo que la novela estuviera "condenada" por la Iglesia desde su aparición. Por eso todavía tienes más interés la novela hoy en día ya que, en el plano personal del protagonista, se narra la crisis de fe y cómo tras el estudio de las corrientes filosóficas, especialmente Kant hasta Schopenhauer, el padre Gil llega a una auténtica fe, personal e íntima. Es decir, no se trata de enfrentar la religiosidad con el ateísmo. Sino mostrar que una mirada reflexiva sobre el mundo admite la respuesta del ateo (el personaje de Álvaro que muere convencido de su ateísmo) como la respuesta personal de la fe.


Vuelvo a decir que quizás la presentación del tema aleje a los lectores. Pero sería un error porque Palacio Valdés es un maestro en describir la sociedad y crear una excelente trama de intereses y amores con su prosa elegante y rítmica.

 

 

 

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