Emilia Pardo Bazán: Dulce dueño

 


 

Es esta la última novela larga de Emilia Pardo Bazán. Y aunque no tenía duda alguna de lo importante que fue esta escritora y lo importante que es leerla y estudiarla (debería estar muy presente en los libros de texto de Literatura), con esta novela ya se sitúa definitivamente, a la cabeza de mis escritores favoritos. No obstante, su catolicismo visceral, hace que cuando acabamos algunas de sus obras, nos sintamos algo incómodos por aquello de que a nadie le gusta sentirse adoctrinado. Es decir, no compartir plenamente lo que el autor defiende. Puesto que cuando se comparte, no se siente uno adoctrinado.

Porque Dulce dueño, además de presentarnos a una joven independiente, autónoma, es decir una mujer que ha alcanzado la “utopía” feminista, llega al misticismo como única salida a su espíritu. Pues los distintos matrimonios que puede realizar siempre le llevan a pensar que acabará en manos de un dueño nada dulce:

Ni sé si me casaré pronto o tarde, ni si lo deseo, ni si lo temo. ¿Qué duerme en el fondo de mi instinto? Es aún misterioso. Casarse será tener dueño… ¿Dulce dueño…? El día en que no ame, mi dueño podrá exigirme que haga los gestos amorosos… El día en que mi pulmón reclame aire bravo, me querrá mansa y solícita… La libertad material no es lo que más sentiría perder. Dentro está nuestra libertad; en el espíritu.

…mi caso no es el frecuente de la mujer que repugna el matrimonio porque repugna la sujeción. Hay algo más… Hay esta alta, íntima estimación de mí propia; hay el temor de no poder estimar en tanto precio al hombre que acepte. El temor de unirme a un inferior… La inferioridad no estriba en la posición, ni en el dinero, ni en el nacimiento…

Al principio, como en La quimera, se nos narra la vida de Catalina de Alejandría (que nos recuerda a la de Hipatia, también citada en esta novela: la faz opuesta del martirio de Catalina fue la lapidación de Hipatia). En este caso la protagonista, tocaya de la mártir, va a tener algunos episodios de su vida semejantes a aquella. Pardo Bazán nos presenta la inspiración clásica de su obra. No quiere que nadie le venga luego con inspiraciones plagiarias, me imagino. Pero tal y como hace en estas últimas novelas, las escribe a la última. En esta ocasión, la más acertada. Quizás porque en algo nos recuerda la protagonista a Emilia Pardo Bazán. Esas dudas y reflexiones nos hacen sentir que quien habla es la condesa. En cierta medida, salvando el dramatismo físico, es Dulce dueño un testamento vital de la gran escritora.

Muy recomendable, imprescindible.

 

 

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