Ramón Pérez de Ayala: Troteras y danzaderas

 


Mientras leía esta novela he pensado en algún momento que si en vez de haber leído El retrato del artista adolescente cuando era un chavalín hubiera leído Troteras y danzaderas, quizás este blog se llamaría Las troteras de Ayala. Como ya dije en la reseña de A.M.D.G, Ramón Pérez de Ayala es una importante figura cultural y política de su tiempo que he tenido la suerte de descubrir.

Como se puede leer en cualquier manual que hable del autor, sus primeras novelas consisten en cuatro obras en las que el protagonista principal es Alberto Díaz de Guzmán (Bertuco): Tinieblas en las cumbres (1907), La pata de la raposa (1911), A.M.D.G (1910) y Troteras y danzaderas (1913). Estas novelas no siguen un orden cronológico y por eso yo no he sentido la necesidad de leerlas por orden de publicación. Pero puede que lo mejor sea hacerlo de esa manera.

En A.M.D.G se cuenta la vida en el colegio de jesuitas. En Troteras y danzaderas se pone punto final a la evolución de Alberto Díaz de Guzmán como escritor. Acabar su primer libro se convierte en un símbolo de madurez. Aunque lo que realmente hace adquirir al protagonista esta condición son las peripecias de sus amigos y amigas.

Al tratarse de una novela de clave para ocultar los nombres reales, o inspirada en la vida del autor (tan lejana y desconocida hoy en día), se nos hace difícil (por lo menos a mí) reconocer los hechos y las amistades o conocidos a los que Pérez de Ayala alude. No obstante podemos leer en Centenario de Troteras y danzaderas:

en esas páginas se reconstruye el Madrid de 1910: el mitin de Ortega, el estreno de Casandra, la conferencia de Maeztu en el Ateneo… Sabemos que se trata de una novela de clave en la que no es difícil identificar a muchos de los personajes: Díaz Torcaz (Pérez Galdós), Monte Valdés (Valle-Inclán), Halconete (Azorín), Tejero (Ortega y Gasset), Mazorral (Maeztu)…

Así se convierte no solo en un producto literario notable, rompiendo con el realismo por su estructura y tema (cuando la comparaba con el Retrato, en parte lo hacía por el carácter intelectual o ensayístico con el que se nos presentan disquisiciones sobre el arte, la sociedad, la política…) sino que además con el valor añadido documental de una época de regeneración que abandona el modernismo y el padrinaje de Ganivet-Unamuno para buscarlo en Ortega y conformar la llamada Generación de 1914.

Dicho esto, hay que destacar un momento impresionante de la novela. Se trata de la lectura de Otelo por parte de Alberto de Guzmán a Verónica (una aprendiz de «trotera» que logra su triunfo y salvación como «danzadera») y observa las reacciones de ella. Ese momento describe magistralmente el impacto de la obra maestra (o de alta calidad literaria) sobre el público general (sin formación cultural especial). En algo se parece a la descripción que Clarín hace de la representación de Don Juan Tenorio a la que Ana Ozores asiste en La Regenta.

Un tercer tema de especial importancia en la novela es la vivencia del amor entre los protagonistas. A Verónica y Alberto se les unen Rosina y Teófilo Pajares. De hecho, se puede decir que el protagonista principal de la novela es este último. También ellos viven un momento artístico especial mientras visitan El Prado y contemplan Las meninas. Tanto Verónica como Rosina son prostitutas que conocen a estos jóvenes bohemios que quieren triunfar en la creación literaria, pero las dos relaciones son diferentes. Teófilo quiere que Rosina abandone todas sus relaciones y se convierta en su único amor (verdadero). Aunque la madre del joven interviene para frustrar la relación, en el fondo asistimos a un amor imposible por el afán egoísta de Teófilo, que solo llega a tener éxito cuando abandona la poesía para escribir obras de teatro populares.  La relación entre Verónica y Alberto es más natural y libre.

Como se ve hasta aquí, esta novela es una obra colosal de erudición y un retrato de época muy importante. Para reconocer todo ello hay que estudiarla y buscar pistas y releerla con entusiasmo investigador como se puede encontrar en esta Lectura crítica. Pero no debemos olvidar que, aunque uno no sepa nada del momento histórico y sea incapaz de reconocer a ninguno de los personajes reales a los que se refiere, hay un mensaje “popular” que el autor nos hace llegar: el artista, el político, el humanista, el ser humano en general como parte de la sociedad, vive inmerso en un mundo exigente al que hay que adaptarse en lucha continua entre los intereses mundanos y trascendentales.

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