Emilia Pardo Bazán: La tribuna

 


No sé si algún día llegaré al final del ovillo que empecé a desliar a finales de 2020 cuando acabé  Fortunata y Jacinta. Ya llevo más de 20 novelas leídas del XIX. Unas me han llevado a otras en casi todos los casos. En algún momento me sabe mal dedicarme tanto a aquella época pensando que si estuviera viviendo entonces, con la misma idea de descubrir la literatura de más de cien años, me hubiera perdido todas esas grandes novelas. ¿Me estaré perdiendo grandes novelas actuales? Decía el otro día César Aira en la radio que ya no existen grandes escritores. Así que quizás, si tiene razón, no me esté perdiendo nada en especial…

¿Es La desheredada la primera novela naturalista o es La tribuna? Dice Clarín en su reseña a esta última novela,

El influjo de lo que se llama en Francia nueva literatura, y Paillerón apellidaba hace pocos días escuela de insurrectos, es evidente en nuestras letras; pero lo extraño es que esa insurrección aquí la representan un Pérez Galdós, liberal templado, y con él Emilia Pardo Bazán, y Pereda.

Digamos pues que, de alguna manera, el eminente crítico reconoce que entre estos tres notables escritores el naturalismo francés estaba haciéndose notar en España. Doña Emilia reconoce la influencia de los otros dos en el prólogo:

En abono de La Tribuna quiero añadir que los maestros Galdós y Pereda abrieron camino a la licencia que me tomo de hacer hablar a mis personajes como realmente se habla en la región de donde los saqué. Pérez Galdós, admitiendo en su Desheredada el lenguaje de los barrios bajos; Pereda, sentenciando a muerte a las zagalejas de porcelana y a los pastorcillos de égloga, señalaron rumbos de los cuales no es permitido apartarse ya.

Continúa Clarín:

Miren ustedes, correligionarios míos, que Pereda en su Pedro Sánchez acaba de pintar de mano maestra, con vigorosa verdad, las ridiculeces de nuestros revolucionarios del 54. Miren ustedes que Emilia Pardo, en La tribuna, hace lo mismo -no con tanta maestría en lo cómico- respecto de los federales de nuestros días...

Como vemos es evidente que en aquella época había una interrelación brutal entre escritores y críticos, con un afán renovador y positivo que quizás no volvió a existir en ningún otro momento.

Emilia Pardo Bazán está colosal en esta novela. Quizás adolece de tardar en poner a actuar a los personajes describiendo con detalle el contexto social y político. No obstante, su prosa es contundente, rápida, precisa. Magistral. Aunque como en las otras novelas ejemplares naturalistas no se puede tildar de alegre ni de tener un final feliz, no es tan dramático, a mi juicio. Además, Doña Emilia es una maestra en transmitir y jugar con las emociones.

La señora Pardo Bazán es de todos los novelistas de España el que más pinta: en sus novelas se ve que está enamorada del color y que sabe echar sobre el lienzo haces de claridad como Claudio Lorena. (Clarín).

Otra de las cosas que nos sorprende en la lectura actual es su vigencia. La tribuna, Amparo, representa al pueblo, al proletariado (por primera vez en la novela española) y su afán de una república federal para España. En ello está la creencia de llegar a la justicia social:

la República federal no fue tan sólo la mejor forma de gobierno, época ideal de libertad, paz y fraternidad humana, sino período de vindicta, plazo señalado por la justicia del cielo, reivindicación largo tiempo esperada por el pueblo oprimido, vejado, trasquilado como mansa oveja.

 

 

 

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