B.Hrabal: La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo



Tercer libro que leo de Hrabal. Me extraña haber tardado casi cinco años en volver a leer algo de este escritor checo. Después de enamorarme de Una soledad demasiado ruidosa, y acabar convencido con Trenes rigurosamente vigilados, pensaba yo que volvería a leerlo más pronto. Pero los caminos de la lectura son imprevisibles...

La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo (1974) es la tercera parte de una trilogía (La pequeña ciudad al borde del agua). No obstante, se lee sin ningún problema de falta de continuidad. Otra cosa es que pierda algún sentido al no haber leído las dos partes anteriores, pero a mi juicio admite una lectura independiente.

Hrabal es un escritor increíble. Con cuatro anécdotas reconstruye el tiempo en una pequeña ciudad junto al Elba (posiblemente Nymburk) cargado de profundidad e historia. Tras leer algo de su biografía, se puede decir que esta obra es seguramente una auto ficción. El narrador es un jovencito que observa todo como el Lazarillo de Tormes; pícaro, cuenta escenas subidas de tono con la inocencia de quien no sabe bien qué es lo que cuenta, y le sirve esto para describir la compleja relación entre el padre,gerente de una fábrica de cerveza,  y la madre y las aventuras del tío Pepín, quien parece la representación de ese país que por tantas vicisitudes ha pasado (Imperio austro-húngaro, Alemania nazi e Invasión soviética). El joven es un chico con carácter que se enfrenta a veces a su padre. Estos enfrentamientos le permiten retratar a un hombre paciente, con sus propios recursos para no caer en el alcohol y en la lujuria, mantener la relación con su mujer y cuidar de su hermano Pepín cuando es necesario hacerlo. Curiosamente hacen referencia al asesinato de Heydrich:

«¡Habéis estado bailando aquí, cuando el Reichsprotektor Heydrich ha sido asesinado en un atentado! ¡Una palabra más y os voy a denunciar a todos! ¡Somos nosotros quienes vamos a ganar!»

Atentado terrorista que se describe con detalle en el libro de Laurent Binet que leí hace poco HHhH. Así la invasión alemana y la posterior soviética, se nos presentan de una manera sencilla y natural que los personajes aceptan con cierta tranquilidad:

Usted, señor gerente, está despedido, con un aviso de tres meses, vuelva a casa y a partir del lunes ya no hace falta que venga al despacho, ya tenemos nuestros nuevos directivos. Usted fue amable con nosotros, y por eso estamos enfadados con usted, porque con. su amabilidad con los obreros usted ha embotado el filo de la lucha de clases, ¿lo entiende?». Mi padre meneó la cabeza y dijo: «No lo entiendo pero comprendo lo que queréis decir y me voy a arreglar según las circunstancias…».

La vida sigue para todos. El tiempo nos castiga con la vejez. Y cuando vemos que nuestros días se acaban nos damos cuenta de lo que es realmente importante:

Bueno, se dijo mi padre, veo que efectivamente el tiempo se ha detenido y empieza una época nueva, pero yo solo tengo la llave de los tiempos antiguos, no puedo abrir la puerta de los nuevos, porque pertenezco completamente a los tiempos muertos. Inmerso en esas reflexiones, mi padre llegó al puente desde donde contempló la fábrica de cerveza de color crema, en las afueras de la pequeña ciudad, más allá de los barrios periféricos, se inclinó sobre el río y contempló el agua que corría. Se quitó la gorra marinera, la gloriosa gorra del tío Pepin, y como si esa gorra simbolizara los tiempos antiguos, los tiempos de oro, tanto los del tío como los de mi padre, se la ofreció al viento, lanzándola al aire, hacia el sol, y la gorra se quedó un rato volando encima del río para, luego, posarse en el agua. La comente se la llevó mientras mi padre la acompañaba con la vista, contempló cómo el río Elba se llevaba la gorra del tío Pepin, y la gorra no se hundió, y mi padre tenía la sensación de que no se hundiría nunca, y aunque eso ocurriera, la gorra seguiría resplandeciendo en su mente como un recuerdo maravilloso.

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