T. Bernhard: El malogrado
Cuando leí Tala
supe que no sería el último libro de Bernhard que
leería. Al poco tiempo leí El
origen, y dije lo mismo que aquí vuelvo a repetir.
Muchos lectores no soportarán su
peculiar manera de narrar: repetitiva, obsesiva, inquisitiva. Hay un intento de
hacernos acompañarle en sus divagaciones mentales. Asombrosamente llega a
contarnos alguna cosa en lo que podría parecer un vano intento de simulación de
la manera de pensar. Pero así es el arte cuando lo desarrolla una figura
destacada.
En El
mito de Sísifo Camus nos dio una lección sobre el absurdo y la
concepción existencialista del mundo. Bernhard, a partir del suicidio de
un amigo común con Glen Gould,
reflexiona sobre la situación del ser humano como individuo en un entorno y su
relación con el mismo de tal manera que acontecimientos singulares en cualquier
momento de nuestra vida se convierten en la clave para entender toda nuestra
vida y nuestro fin.
Sin duda que existen personas todoterreno,
que van recorriendo los caminos sin echar la vista atrás y sin recordar las
sendas que ya han hollado. Otros, entre
los que me encuentro, tenemos recuerdos imborrables, que se mantienen
incorruptos a lo largo de los años. Con pena, o alegría, con añoranza o
arrepentimiento, nos vienen de vez en cuando a la mente recordándonos que somos
lo que somos porque por allí pasamos o que no somos lo que no somos porque no
hicimos lo que no hicimos.
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