A. Barea: La llama (La forja de un rebelde III)

 


La última parte de la trilogía de Barea es la más extensa: La llama.  En ella asistimos a los acontecimientos que vivió desde unos años antes del inicio de la Guerra Civil hasta que abandonó España con Ilse Pollak, su segunda esposa.

Barea no fue un mero espectador de la contienda. Trabajó en la oficina de censura de información estatal en Madrid. Es decir, en el organismo que evitaba que los periodistas difundieran información que pudiera ser perjudicial para el gobierno republicano.

Barea se coloca en una posición crítica y su narración es un valioso testimonio que nos permite conocer de primera mano aquellos terribles momentos. Al mismo tiempo, se nos desnuda contándonos numerosos detalles de su vida familiar, especialmente sus relaciones con su mujer y su amante. Ya nos sorprendió en ese sentido en el volumen anterior La ruta. También relata con detenimiento cómo el miedo se apoderó de él a causa de los bombardeos: cualquier sonido fuerte le producía vómitos. La narración sigue hasta los primeros años de exilio en Francia y el penoso comportamiento de los franceses en contra de los extranjeros.

Aunque es indudable su valor histórico, e incluso digno de elogio su visión equidistante de los hechos, solo la recomiendo para interesados.


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