Ramón Gómez de la Serna: El incongruente
¡Qué bien me lo pasé en el
instituto leyendo El incongruente!
Fruto de aquella lectura (y de Kafka…
y de Borges…), fueron mis primeros
relatos. Recuerdo uno cuyo protagonista se llamaba Gustavo. Este baño de originalidad, este uso del lenguaje (muchas
veces) surrealista; este dejar a la imaginación campar a sus anchas,
volar sin cortapisas; esta historia sin lastres; este jugar con las palabras,
el lector y la escritura; asombra; entusiasma; maravilla a una mente en
formación como la mía de entonces. Pero… a estas alturas de la vida, mi actual YO lector
está muy alejado de aquel lector que
fui.
Gómez de
la Serna es una de las grandes figuras de la vanguardia del
momento. No en balde le cita Ortega en La
deshumanización del arte (¡junto a Proust y Joyce!). Gustavo,
el Incongruente, se nos presenta desde su nacimiento. Después asistimos
a diferentes episodios de su extraña vida que pretenden ser graciosos y
originales (y en gran medida lo son). Y, además, Gómez de la Serna,
quiere mostrar su habilidad con el lenguaje con imágenes magistrales y
diferentes ejemplos de ese nuevo arte que inventó: la greguería. Todo
esto convierte a este libro de 1922 en un referente literario imprescindible. En
mi caso, sin dejar de gustarme, no me ha entusiasmado como lo hizo años atrás.
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