Héctor Hugo Navarro: La memoria del bandido.

 


Héctor Hugo Navarro ganó el Premio Giralda de Novela Breve en 2013 con esta novela. La editorial Drassana la publicó en 2016 en su colección Izmir.

Es fácil que te la leas de un tirón. A mí me ha costado dos, porque soy de los que leen varios libros a la vez. Especialmente cambiaba de uno a otro al principio de este, que no me interesaba mucho, y la dejaba de lado atraído por las otras lecturas. Pero he de reconocer que finalmente Hugo Navarro ha conseguido captar mi atención al completo con la narración de prácticamente toda la vida de su personaje principal: El chito (Miguel Lemos).

No sé definir con exactitud qué es una novela breve; qué la diferencia de un cuento o de un relato. Me imagino que el cuento o relato tiene una intención de sorprender, de contar un suceso y acabar en el momento álgido. Esto hace que La memoria del bandido no encaje en ese concepto pues, sobretodo en su estructura (que es lo mejor), observamos la intención de explicar el principio, aunque este sea extraño y entenderlo parezca ser el álgido final. Sin embargo, notamos enseguida que la intención real es narrarnos una vida que ocurre en una Valencia de hace unos cuarenta años.

Ha sido una casualidad que la lea después de acabar Un tal Cangrejo. En ambas nos encontramos con el “fracaso escolar”. Pero si en la novela de Aguirre son los años adolescentes los principales protagonistas y la implantación de la ESO, aquí la narración pronto abandona esa etapa, y así el fracaso no es protagonista, y va más allá, atisbando incluso el final vital del héroe.

Dicho esto, reconociendo que la lectura es en ocasiones amena e interesante, es mejor no hacerse muchas preguntas y pensar que el autor solo ha querido entretenernos un rato jugando con los tiempos. Porque poco indaga en los caracteres y poco en la verosimilitud de los hechos y en ocasiones te preguntas si lo que se cuenta viene o no a cuento. Además, cualquiera diría que no le importan sus creaciones literarias pues a algunas las usa y las olvida sin decirnos nada más de ellas.

Leía el otro día a Guelbenzu decir en una entrevista que hay demasiados que escriben (escribimos) sin ser profesionales. Por gusto, con ilusión.  Así se llenan los anaqueles de las librerías con las efímeras apuestas de las editoriales que esperan vender mucho y ganar más. El mucho, el más, debe de ser relativo, claro. Supongo que el coste juega un papel fundamental. Y, quizás, a los que tienen mucha ilusión les basta ver su libro publicado como pago.

No quiero decir que esta novela sobre. Ya he dicho varias veces que es interesante. Pero creo que, quizás por las limitaciones que el propio premio pone en sus bases, le falta mucho a desarrollar al autor en esta novela corta para que tenga una entidad completa.

 

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