Concepción Arenal: La educación de la mujer
Cuando hace unos días acabé El cisne de Vilamorta leí algo sobre la relación entre Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal. De esta última mujer no conocía nada en particular. Después al leer sobre ella en Wikipedia la identifiqué como una de las mujeres que tuvo que vestirse de hombre para poder estudiar en la universidad. Pero no solo esta importante anécdota. Concepción Arenal fue una mujer de acción, preocupada por las condiciones de las mujeres y de las cárceles, experta en Derecho, pensadora, periodista, poeta y autora dramática española encuadrada en el realismo literario y pionera en el feminismo español. Además, ha sido considerada la precursora del Trabajo Social en España.
En Cervantes virtual encontramos un portal dedicado a ella: Concepción Arenal. Entre las obras podemos leer La educación de la mujer. Aunque la edición que me he leído yo lo podéis encontrar aquí.
La idea principal que hay en este libro es que un error o una concepción errónea produce contradicciones. Con esa herramienta de análisis Concepción tira por los suelos las teorías sobre la inferioridad de la mujer del momento. Además, proporciona argumentos demoledores para permitir el acceso de la mujer, y hacerlo obligatorio incluso, a la educación. Asombroso libro y demoledor. A pesar de que sigue manteniendo la incapacidad o inadecuación de la mujer para ciertas tareas.
Como muestra incluyo parte de la Conclusión con la que acaba el libro:
Hemos procurado demostrar las contradicciones de las leyes y la confusión de las opiniones y de las costumbres en lo que a los derechos y capacidad de las mujeres se refiere. Las contradicciones en que incurren algunos fisiólogos al asegurar la inferioridad orgánica de las facultades intelectuales de la mujer. La superioridad moral de ésta. Que habiéndose vedado a la mujer el ejercicio de las facultades intelectuales superiores, poco puede decir la Historia, y, no obstante, su testimonio es favorable a la opinión de que la inteligencia de la mujer puede cultivarse con ventaja como la del hombre. Las funestas consecuencias que acarrea para el hombre, para la sociedad y para la mujer el error de su incapacidad intelectual, y la imposibilidad de ejercer ninguna profesión y la mayor parte de los oficios. Que la mujer puede ejercer todas las profesiones y oficios para los que no se necesite mucha fuerza física ni sea un obstáculo la ternura de su corazón, ni tengan algo que repugne a su natural benigno. Que la mujer educada será más dulce, más benévola, porque la educación suaviza el carácter hasta de los irracionales. Que no hay incompatibilidad entre el cultivo de la inteligencia y los quehaceres domésticos. Que los hijos, en vez de perder, ganarán cuando la madre pueda ejercer una profesión u oficio lucrativo. Que la mujer soltera no debe ser mirada con desdén; que educada puede llenar una alta misión social; que cuando la llena, es tan respetable como la madre.
Queremos para la mujer todos los derechos civiles. Queremos que tenga derecho a ejercer todas las profesiones y oficios que no repugnen a su natural dulzura. Nada más. Nada menos. Queremos para la mujer la dependencia del cariño, y la que ha establecido la naturaleza haciéndola más débil, más sufrida y más impresionable; pero rechazamos la dependencia apoyada en leyes injustas, en costumbres inmorales o absurdas, y en la pobreza o la miseria de quien no tiene medios de ganar lo indispensable. Queremos la independencia de la dignidad, la independencia moral de un ser racional y responsable; pero estamos persuadidos de que la felicidad de la mujer no está en la independencia, sino en el cariño, y que como ame y sea amada, cederá sin esfuerzo por complacer a su marido, a su padre, a su hermano y a su hijo.
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