Fernando Aramburu: Los vencejos

 


Cuando leí Patria pensé que no volvería a leer nada más de Aramburu. No por nada en especial. Aquello fue un fenómeno literario del que no me pude abstraer. Fernando, me permito tutearlo porque me parece un hombre campechano, ha tardado cinco años en escribir otra ficción. Después de llegar a la primera liga publicitaria con su anterior novela, sigue siendo un escritor de suficiente fama como para haber hablado de su nuevo libro en un telediario. Y lo que dijo me agradó tanto como para comprar Los vencejos. Además, tuve la fortuna de que me invitaran a la tertulia-presentación que la librería Ramón Llull ofreció en el salón de actos de la antigua sede de la Universidad de Valencia y, por suerte, las buenas sensaciones personales que tuve en el telediario, se vieron corroboradas...

Aramburu nos contó que él crea unos cuantos personajes y, teniendo claro el inicio (contexto) y el final, los deja desenvolverse con libertad para que nos cuenten su historia. Y eso es lo que notamos nada más empezar Los vencejos. Él utilizó un concepto muy interesante: personalidad lingüística. Tanto Toni, Amalia, Patachula y Águeda son personalidades claras, independientes.

Toni ha decidido poner fin a su vida. No inmediatamente, sino dentro de un tiempo determinado. Ha decidido escribir un diario o una especie de memorias. Así nos va presentando a su exmujer, su hijo, su madre, un amigo, etc. Nos va narrando diferentes momentos de su vida relacionados con ellos, con su juventud, adolescencia, matrimonio, estudios... Lo malo es que es un escrito sin un interlocutor ni un sentido claro. Y esto, al principio, incomoda. Él mismo nos dice que ese diario no va dirigido a ninguna persona. Pero me atrevo a decir que lo que nos incomoda es que poco a poco vamos sintiendo que se sabe leído. Sabe que cada cosa que dice sirve para juzgarle. Se vuelve su discurso algo impostado. Tras la aparente naturalidad que sus rememoraciones sobre el presente, pasado y futuro parecen tener, hay un plan de trabajo. Es decir, una novela.

¿Es malo que se note que es una novela? ¿Ha de ser realista la novela? Ciertamente, no. A lo que me refiero es a que nos tiene que convencer. Y a mí no me convence que sean las memorias de alguien que ha decidido suicidarse al cabo de un año. Al mismo tiempo, reconozco que una reflexión de 700 páginas sobre el suicidio quizás hubiera sido imposible o, peor, insoportable. No en balde, me imagino, Henri Rooda escribió un sucinto Mi suicidio para hacer públicos sus motivos para quitarse la vida (que leí hace mil años) o Ferrater se limitó a cumplir su propósito sin hacer ninguna consideración especial. 

Cuando andaba por la página 400 he estado a punto de rendirme. Y sin embargo, no sé bien cómo lo logra Aramburu, creo que a base de ser más íntima la memoria, las últimas 300 páginas consiguen atraparte. Hacía tiempo que no sentía esa sensación de no querer que se acabe el libro y desear al mismo tiempo saber cómo acaba todo. Y cuando acaba todo te sientes satisfecho. Y eso que a mí no me gusta como acaba...

Uno de los comentarios que se hicieron en la charla sobre el libro, fue precisamente sobre el tamaño.  ¿Se planifica el tamaño? Puede que en ocasiones no. Pero en esta ocasión Fernando dijo que estaba predeterminado. No quería hacer una novela corta, quería evitar lectores casuales, que buscan pasar el rato y acabar un libro de una sentada. Él buscaba otro tipo de lector. Lo cierto es que hay una relación muy especial con los libros largos. Sus lectores mostramos una fuerza de voluntad importante. Como premio, al acabarlos, has pasado mucho tiempo con ellos y, quieras o no, se ha establecido una relación entre ambos mayor que cuando el libro es corto.  Salvo que el libro sea muy malo, al acabarlo te invade una sensación de pérdida.

Leo alguna reseña por ahí en la que critican duramente la novela por la forma de ser de los personajes. Ciertamente Toni hace lo posible para no caer simpático. Además, en muchas ocasiones no es políticamente correcto. O al menos su postura es machista, misógina, desconsiderada y muchas más calamidades que se pueden decir de él o de su inseparable amigo. En mi caso yo no lo he sentido así. Puede que sea porque no me crea del todo el personaje. Es decir, creo que Toni provoca deliberadamente. O mejor dicho, Aramburu.  Aunque su padre es un maltratador, no creo que nadie llegue a pensar que él lo pueda llegar a ser. Es un hombre quemado. Si no, por qué iba a querer quitarse la vida. Y expone sus vergüenzas. Su frustración se muestra con desconsideración y odio. Pero ¿alguien se lo puede creer? Parece que sí. Como él mismo diría, los cretinos que no ven más allá de las apariencias se atreven a criticarme. A mi juicio, si hay algo que criticar, es lo que he dicho anteriormente: en algún momento he perdido el interés.

Globalmente la valoración es positiva. Es una novela recomendable o muy recomendable. Es una novela que sí al ir leyendo te sientes mal mejor la dejas. No es para ti. Seguro que encuentras otra cosa mejor que leer. No creo que Aramburu pensara en ti cuando la escribió. No creo que le importe que no te guste.

 

Comentarios

Entradas populares