Ángel Ganivet: La conquista del reino Maya por el último conquistador Pío Cid

 

 


Ganivet escribió un par de novelas: La conquista del reino Maya por el último conquistador Pío Cid (1897) y Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (1898). Aunque no he leído la segunda, esta primera es sorprendente (por el lugar y el momento). Al empezarla me pareció estar leyendo la traducción de algún escritor británico de novela de aventuras. Me ha venido el recuerdo de El hombre que pudo ser rey (1890) de Kipling.  Luego, a medida que el conquistador Pío Cid va apoderándose de la situación, te das cuenta que tras la máscara de novela hay, como el propio narrador nos dice, un “ensayo político social”. [Aprovecho el momento para enlazar un video muy curioso sobre Ganivet y su Idearium español]. Esto hace que la novela pierda interés, pues se nota que, sencillamente, no hay novela, sino el pensamiento del autor “vertido” en una narración más o menos entretenida.

El impacto de estas novelas fue prácticamente nulo. De hecho, en la tesis doctoral, La escritura autobiográfica en el fin del siglo XIX: el ciclo novelístico de Pío Cid, de Francisco Ernesto Puertas, nos dice que:

Los primeros artículos que se conocen sobre las novelas de Ganivet se remontan a 1897, tras la aparición de La conquista del reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid, se deben al círculo de amigos y seguidores de Ganivet, circunscribiéndose el eco crítico de esta obra fundamentalmente al ámbito local granadino, como demuestra el hecho de que los autores de estas reseñas o artículos periodísticos sean Francisco Navarro Ledesma (1897), Rafael Gago Palomo (1897) y Matías Méndez Vellido (1897).

Probablemente esa es la razón por la que el autor, además de su temprana muerte al suicidarse, se dedicara (y sea más conocido) a escribir ensayos.

Veamos un ilustrativo fragmento de esta novela:

El progreso económico exige, como condición esencial, la sumisión de grandes masas de hombres a una inteligencia directriz. En tanto que los individuos se consideran a sí mismos como hombres enteros, completos, y se mueven independientemente los unos de los otros, y no se asocian sino contra su voluntad y para lo más necesario —en lo que los mayas pueden servir de tipo perfecto—, el trabajo no progresa; todos los hombres son libres, pero la suma de sus libertades da la instabilidad de la libertad general; ninguno es pobre, pero la reunión de sus mediocres fortunas da la pobreza colectiva. Si los individuos se transforman en fragmentos de hombres, en instrumentos especiales de trabajo, y se asocian de un modo permanente para producir la obra común, los resultados materiales son maravillosos, la obra es tanto más grande cuanto mayor es la humillación de los obreros, cuanto más completa es la abdicación de su personalidad; entonces todos los hombres son esclavos, pero la libertad colectiva es permanente; todos son pobres, pero la sociedad, representada por los que dirigen y unifican esas fuerzas brutales, desborda de riquezas. Parecíame, pues, disculpable y hasta conveniente el problemático embrutecimiento y degeneración de mis gobernados si la agricultura, la industria y el comercio, fuentes vivas del país, según indiqué antes, salían en ello gananciosas.

Y cómo no pensar en nosotros mismos cuando dice:

los mayas, indisciplinados, rebeldes al sentimiento de solidaridad nacional.

En alguna ocasión he leído y escuchado que en el Idearium español pronosticaba la Guerra Civil (aunque, ¿quién no iba a pensar en guerras civiles en el siglo XIX?).

Puede que la siguiente receta no solo se haya intentado aplicar en España sino en todo Occidente tras la 2º Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín:

la verdadera civilización exige imperiosamente, ya que no sea posible extinguir los odios entre los hombres, ir agrandando cada vez más las filas de combate, hasta llegar a destruir todos los odios parciales y a congregar a todos los hombres en dos grandes masas enemigas, que, o bien se destruyan recíproca y definitivamente, o bien se decidan a vivir en paz a causa del miedo mutuo y permanente.

En conclusión, La conquista del reino Maya por el último conquistador Pío Cid es una peculiar novela de Ganivet, entretenida a ratos, en la que el muy particular pensador español desarrolla sus teorías sociales y su visión histórica de cómo una sociedad evoluciona económica y políticamente. Demuestra también que ya a finales del XIX, junto a la producción novelística del momento impulsada por el realismo y el naturalismo, existían otras formas de escribir en las que la imaginación, la inventiva y el (casi) ensayo eran los mecanismos principales utilizados.

 

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