C. Spitteler: Imago


Cuando en El tiempo recobrado mi idolatrado Proust menciona a Spitteler, premio Nobel en el mismo año en que el autor francés fue galardonado con el Goncourt (por cierto, Doña Emilia Pardo Bazán asistía en París a tertulias con este último… y otros), me lancé de cabeza a leer esta novela. Dicho así uno puede creer que Proust hace referencia a Imago, pero no. La verdad es que no sé quién es el Estudiante Loco al que se refiere:

Por eso Spitteler, queriendo oponerlo a este odioso concepto del sable por encima de todo, ha desterrado simbólicamente a lo profundo de los bosques, ridiculizado, calumniado, solitario, al personaje soñador llamado por él el Estudiante Loco, en quien el autor encarna deliciosamente la dulzura. (El tiempo recobrado)

Me lancé de cabeza a leer Imago porque es la obra que recordaba que aparecía en la colección de Premios Nobel (literatura) que tenía mi hermana. Y todavía estoy dándole vueltas al porqué de incluir este título como obra representativa de un autor galardonado por su obra poética (¿?). En el volumen que tengo hay otra novela (naturalista) y unas narraciones cortas. Buscando y buscando he visto que Imago, que en algunos sitios dicen que es autobiográfica, tuvo un considerable impacto en el mundo del sicoanálisis. Tanto que una de las revistas dedicada al asunto tenía ese mismo título: Imago(revista). Y Jung creo un concepto sicológico con el mismo nombre: Imago (sicología).

Imago apareció en 1906. Spitteler escribía en alemán. Es una obra rara. Una extraña combinación de narración en tercera persona y (seudo) monólogos interiores. Corresponden a diálogos del protagonista con personificaciones de las diferentes características de la mente: la razón, el corazón, el alma de su amada, su alma enamorada, la Rigurosa Señora…

Víctor vuelve, tras una temporada fuera, a su ciudad. Allí quiere ver a Theuda, un antiguo amor, Imago. Sabe que se ha casado y tiene un hijo. Pero cree que cuando se vean, aquel antiguo amor revivirá como entonces. Pero lo cierto es que no es así. Víctor al sentirse olvidado, empieza a comportarse desagradablemente. Intentando ofender a Theuda (que ya no es Imago, que corresponde a la imagen idolatrada por Víctor de ella en el pasado), a quien considera una traidora, es molesto en las reuniones sociales a las que es invitado. Hay una antigua amiga que trata de convencerle de que la olvide y sea razonable. Pero él es sacudido por los sentimientos contrarios de odio, amor, venganza, cuidado, y durante la mayor parte del libro asistimos a esas luchas. Presenciamos su rabia, su éxtasis, su dolor. Porque lejos de querer tener una relación adúltera, quiere tener una relación platónica, pero al mismo tiempo no cree poder soportar que ella siga con su marido.  

¿Dónde podrán refugiarse los pensamientos que no tropiecen con el dolor? Aunque huyan a ocultarse en la religión, más allá de los cielos estrellados, o en el éter resplandeciente de las creaciones de la poesía, siempre tropieza con su condenación, siempre encuentra este funesto rostro amado, que le sigue a todas partes para destruirle con su hermosa y fría mirada.

Lo cierto es que no es de extrañar que los sicólogos del momento disfrutaran dándole vueltas a esta novela. El galimatías mental del protagonista se merece varias sesiones y discusiones.

Para iniciados.

 

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