C. Fernández Liria, E. Galindo y O. García: ESCUELA O BARBARIE: Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda.
Por mi parte, haber leído antes La escuela no es un parque de atracciones, ha sido un complemento perfecto. Gregorio Luri se proponía en su libro desvelar que las nuevas pedagogías (que en algún momento reúne bajo el término ortodoxia actual o capitalismo cognoscitivo), carecen de fundamento científico y no han llegado a demostrar una clara ventaja frente la potencia y utilidad que tiene lo que él llama el Conocimiento (poderoso). En general, los docentes, ante los problemas de conducta, motivación, falta de trabajo, con la mejor voluntad posible, echamos mano a todas estas tendencias pedagógicas para salir victoriosos el día a día, aunque esto suponga reducir los contenidos y centrarnos en procedimientos y actitudes. Pero el señor Luri nos advierte que esa vía lleva al fracaso de niveles que desde hace años se va denunciando en los medios de comunicación, políticos y entre nosotros mismos.
Carlos Fernández Liria , Olga García Fernández y Enrique Galindo Ferrández dan un paso más allá en este libro de 2017 y nos dicen el porqué de esta realidad a la que llaman también modelo del capitalismo cognoscitivo. La idea es muy sencilla. El “turbocapitalismo” en el que vivimos no quiere ciudadanos críticos y cultos, eso que llamaríamos ciudadanos ilustrados. Quiere trabajadores eficientes. Según nos dicen los autores, el informe del Banco Mundial de 1996 Prioridades y estrategias para la educación, es una de las referencias iniciales en la que se diseñó el modelo por el que nuestros sistemas de educación se rigen. Unas ideas clave de los principios del BM son:
Los préstamos del Banco para la educación superior respaldarán los esfuerzos de los países por adoptar reformas de política que permitan que el subsector funcione más eficientemente y a un costo público menor. Los países dispuestos a adoptar un marco normativo para la educación superior en que se haga hincapié en una estructura institucional diferenciada y una base de recursos diversificada, y en que se asigne más importancia a los proveedores y al financiamiento privados, seguirán recibiendo prioridad
* Debe haber más de una escuela o institución, o programas múltiples dentro de una misma institución, al alcance de los estudiantes.
* Las instituciones deben tener algunas características que las diferencien entre sí.
* Las escuelas e instituciones deben gozar de considerable autonomía en cuanto a la forma en que enseñan.
Esto, según los autores, trae como consecuencia un importante desvío de los fondos públicos hacia el sector privado con el consiguiente deterioro del sistema público de enseñanza. Deterioro que se traduce en que algunos centros públicos son auténticos guetos en los que las clases menos favorecidas acaban teniendo una formación muy deficiente que impide que prosperen (paradójicamente, el objetivo enarbolado por el propio BMI para adoptar este tipo de políticas). Por otro lado, citan un estudio de Christian Morrison para la OCDE, The Political Feasibility of Adjustment, con instrucciones y consejos para acometer las reformas y los ajustes necesarios evitando los riesgos políticos. Vale la pena reproducir el índice:
“Entender la forma en la que los alumnos aprenden y los profesores enseñan es parte esencial de la política educativa”, es el lema de la OCDE. Los profesores tienen que cambiar su papel. Ya no pueden ser meros transmisores de conocimientos cuya principal labor es comprobar que sus alumnos los adquieren. El alumno ha de convertirse en el protagonista del proceso de enseñanza-aprendizaje. Como los profesores no sabemos hacer eso, tenemos que formarnos en las nuevas pedagogías, nuevas tecnologías, nuevos métodos de trabajo en grupo (en general la ortodoxia actual que G. Luri desmonta en La escuela no es un parque de atracciones). Los pedagogos juegan aquí un papel importante y los autores de este libro los sitúan en posiblemente el peor papel de todos los protagonistas del sistema educativo.
El resultado de todo esto es que la Escuela Pública pierde la función republicana que se le asignó en la Ilustración, se vacía de contenido, se empobrece la sociedad y se encamina hacia un futuro incierto ya que es el Mercado quien marca el camino y el Mercado, volátil e impredecible, se comporta como una veleta que el viento hace girar sin orden ni concierto.
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