J.D.Salinger: Nueve cuentos
J.D. Salinger es un
escritor mítico. Habiendo escrito una
sola novela y unos cuantos relatos agrupados en tres libros durante su vida, es
difícil encontrar a alguien que disfrute leyendo que no sepa de él. Murió en
2010. Llevaba ya mucho tiempo evitando ser portada de revistas o noticiarios de
ningún tipo. Recuerdo la noticia en el telediario. No recuerdo cuándo leí El guardián entre el centeno (El vigilant en el camp de sègol, es la
traducción en catalán la que me leí). Pero cuando murió recuerdo haber hablado con un
amigo, importante lector, y coincidir en que no nos parecía una obra
especialmente notable a ninguno de los dos. El tiempo va pasando y algunos
libros permanecen. Cuando mi amigo y yo ya no estemos en este mundo,
seguramente la gente seguirá leyendo a Salinger.
Son tres los
senderos que me han hecho llegar a Nueve cuentos
(1953). En primer lugar la reseña
de una amiga. En segundo lugar una película en la que
la protagonista tenía como obra preferida Franny y Zooey. [Por
cierto, es curiosa una frase de ella sobre la imposibilidad de leer todo lo que
le gustaría leer en toda una vida] y como último sendero uno doble: Borges (El
libro de arena) y Bloom (Cuentos
y cuentistas. El canon del cuento). Releer a Borges me ha renovado el
interés por la lectura de cuentos o narraciones cortas. Y mi manía « meritocrática » (válgase esta nueva( ?)
expresión) me ha dirigido directamente al libro de Bloom como guía para evitar,
ateniéndome a la imposibilidad anteriormente mencionada, perder el tiempo. Nos dice Bloom :
El cuento no tiene a ningún Homero o Shakespeare, ningún
Dickens o Proust: ni siquiera de Turgueniev o de Chéjov, de Joyce o de
Lawrence, Borges o Kafka, de Flannery O’Connor o Edna O’Brien
se puede decir que dominen la forma.
No obstante, la
lista de autores que nos propone (y que podemos encontrar en wikipedia) es una
guía importante para cualquier persona que quiera leer narraciones cortas o
cuentos. Y la traigo a colación porque Bloom incluye a Salinger. De sus cuentos
nos dice :
...tienen su componente de época: retratos de una perdida
Nueva York, o de neoyorquinos fuera de su ciudad, en la América posterior a la
Segunda Guerra Mundial que desapareció para siempre con la «revolución
cultural»
Puede que esa componente de época a la que se refiere
Bloom, sea precisamente lo que haga perdurar en el tiempo este volumen de
narraciones de Salinger. Salinger consigue que nos sintamos en aquellos años de
alegría aparente, del gozo de haber
ganado la Segunda Guerra Mundial, de un crecimiento social y económico
bestial como si no fuera nada así. Los personajes se nos muestran, en el fondo,
tristes, atormentados, mezquinos o sórdidos (tal y como aparece en el título de
uno de sus más famosos cuentos: Para
Esmé, con amor y sordidez). Quizás los dos últimos Teddy y El periodo azul de
Daumier-Smith sean un pelín diferentes; pero aunque este último tenga
bastante de humor, sigo pensando que lo que pretende Salinger es, en el fondo,
retratar la miseria del ser humano.
Y
esa idea me hace pensar en estos momentos que estamos viviendo. Queda poco,
aparentemente, para acabar el estado de
alarma. La salida de esta guerra (como muchos la llaman) que estamos
viviendo globalmente, nos está llenando de gozo a todo el mundo. La gente
vuelve a ocupar las terrazas, las familias se vuelven a reunir, se escuchan de
nuevo los gritos y las risas, abren los museos y las librerías, hoteles, las
playas se preparan ante una temporada llena de incertidumbres, el deporte
profesional retoma su actividad... Y sin embargo, mucho me temo que si miramos
de cerca lo que pasa en cada casa, en cada lugar de trabajo, en esas terrazas
llenas de gente alborotada que, en el mejor de los casos, se bajan las
mascarillas para beber sus cervezas, lo que veremos no es más que lo que nos muestra
Salinger en sus cuentos.
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