J.Barth: El final del camino


La segunda obra de este libro es la segunda novela de Barth. Patricio Pron nos dice, en su reseña en El país, que estas dos primeras novelas sólo consiguen interesar como anticipación de las obras que su autor escribiría en el futuro. La ópera flotante me pareció bastante buena. El final del camino es una obra "filosófica", una novela de tesis del momento, si se me permite el uso del término.  Una catástrofe nihilista, en palabras del propio autor. Por eso es un poco aburrida e inverosímil. Salvo cuando nos vamos aproximando al final en el que Barth nos atrapa haciendo que todo suceda de una manera rápida y dramática.

El protagonista, Jacob Horner [...] padece una especie de parálisis moral y, siguiendo el consejo de un médico ambulante, se establece como profesor de gramática en un pueblo (como nos dice Pron).  Es un hombre que ha perdido su capacidad de dar valor a las cosas y a las situaciones. A partir de la interpretación existencialista de que nada tiene sentido ni importancia, sufre esa parálisis un día en una estación de trenes cuando intenta escapar de sí mismo. Entonces le da esa parálisis y es incapaz de decidir a qué lugar dirigirse. Allí lo encuentra un "doctor ambulante" (negro que solo trata a pacientes blancos) que se preocupa por su estado y decide ocuparse de su caso.  El doctor le recomienda trabajar de profesor:

Fue por consejo del Doctor que empecé a dedicarme a la enseñanza; durante un tiempo, fui profesor de gramática en la Escuela Estatal de Magisterio de Wicomico, en Maryland.

Que se dedique a la Gramática no es gratuito. Tiene un sentido profundo, pues la Gramática le puede ayudar a poner el orden y los valores que no encuentra en su vida:

La cuestión —concluí dirigiéndome a la clase en general— es que si todavía fuéramos salvajes, el señor Blakesley sería libre de comer como un cerdo sin infringir ninguna regla, porque no habría ninguna regla que romper, y podría decir «suena un pelín raro, ¿que no?» y quedarse tan ancho sin que nadie pensara que es un analfabeto, porque ni la alfabetización ni las reglas de la gramática habrían sido inventadas todavía. Pero una vez que se establecen unas reglas de etiqueta o de gramática y se aceptan como la norma (y me refiero a un ideal, no a una cuestión estadística), entonces uno sólo es libre de infringirlas si está deseando que lo consideren un salvaje o un analfabeto. No importa lo dogmáticas o irracionales que puedan ser las reglas; son la convención.

Por suerte o desgracia, allí se hace amigo de un matrimonio bastante especial. El marido es un ser muy racional. Todo tiene un sentido y una explicación, especialmente nuestro comportamiento. Su mujer le sigue a pie juntillas. Ella no es exactamente igual que él. Es (o su marido la ha convertido en) una copia de él (literalmente a guantazos). Es fácil pues interpretar el trío como la representación de dos corrientes filosóficas; la mujer queda en medio, pues ambos hombres le hacen dudar desde que se conocen. Para mi es la representación de la Naturaleza. Así tenemos a la razón intentando domarla y comprenderla frente al "sin sentido existencialista" que quiere que sea ella misma o incluso, nada. No es difícil imaginar que con estos ingredientes la catástrofe sea inminente.

Lo más interesante de este libro es que, si has llegado al final, lo cierras y lo agarras con las dos manos mirándolo absorto sacudido por todos los pensamientos que genera en ti. ¿No es eso lo que distingue un buen libro de los otros?

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