B. Atxaga: El hijo del acordeonista
Cuando apareció El hijo del acordeonista en 2004 (en
castellano) tuvo bastante impacto mediático. Por aquella época yo seguía
confeccionando listas de futuras lecturas. Ahora las cosas han cambiado; suelo
buscar en Internet listas de otros o
me guío de las opiniones de algunos periódicos y blogs. El hecho es que este es
uno de esos libros que puse en una de aquellas listas y, por tanto, ya llevaba
muchos años queriendo leer. Es un libro que yo quería haber leído antes de leer
Patria (2016), por ejemplo. Y sin
embargo, como curiosidad, se ha convertido en un libro que me he leído mientras
leía Bilbao-New York-Bilbao (2009) de
Kirmen Uribe. Digo esto porque creo que la triple lectura Patria-El hijo del acordeonista-Bilbao-New York-Bilbao, ha sido una
experiencia lectora muy interesante. He de reconocer que la concesión del Premio
Nacional de las Letras a Bernardo Atxaga hace
unos días, ha sido el detonante último para decidirme.
Creo que tanto Patria como el libro de Kirmen Uribe
hacen mención directa o indirectamente a El
hijo del acordeonista. La interacción más interesante puede ser
precisamente que casi no hay intersección temporal entre los momentos en los
que ocurren los tres libros. Aunque peque de simplista, podemos decir que
Atxaga nos habla de los años que van desde la Guerra Civil hasta la muerte de
Franco, Aramburu de la última fase de ETA y Uribe, de los tiempos anteriores a
la contienda. No es exactamente así, especialmente en el libro de Uribe, pero
creo que siguiendo esa idea de complementariedad, la lectura de los tres libros
nos sirve para cubrir casi los últimos cien años de la historia de Euskal Herria.
Centrándome en El hijo del acordeonista, yo diría que
parte de la importancia del libro es por lo que el autor vino a considerar como
un fin de una época de su escritura: "Es
un punto final y a partir de ahora intentaré remontar otro vuelo", dice
el escritor. Para los que no hemos leído nada suyo anterior, ese matiz se nos
pierde. Pero puede que lo que quiera decir esté relacionado con esta frase que
aparece al final del libro y que da bastante que pensar:
«Que la realidad es triste, y que los libros, hasta los más duros, la
embellecen».
El hijo del acordeonista parece como una justificación de la lucha
armada contra la dictadura franquista. El acordeonista, el padre, la patria impuesta, se descubre como un
asesino/a partícipe de la opresión. ¿Cómo soportarlo? ¿Cómo permanecer ajeno?
En principio no es difícil hacerlo. La vida, sin problemas económicos, te
permite dedicarte al estudio, a disfrutar de los amigos, a preocuparte por las
relaciones con el otro sexo, a la Literatura, a los sueños… Pero el mundo
opresor no se conforma con eso. Quiere más. Quiere que se le rinda tributo; que
se festeje su victoria. ¿Cómo permanecer ajeno entonces? Imposible. Hay que
empezar a luchar.
A grandes rasgos El hijo del acordeonista son unas
memorias. Una mirada hacia atrás literaria, embellecedora… y algo más: una
llamada de atención a que escarbemos en el pasado de una manera crítica y
consciente.
Interesante.



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