W. Shakespeare: Hamlet



Tras la lectura de El pato salvaje (por cierto, no dije en su momento que el libro en el que se hace referencia a esa obra de teatro es Tala), me entraron ganas de leer algo de Shakespeare. Hace años empecé a leer el primer volumen de unas obras completas que compré. Ese primer volumen lo habían reelaborado del volumen de Obras completas de Shakespeare publicado en Aguilar (edición que en esta ocasión he utilizado). En el primer volumen aquel, se incluían las tragedias y las obras históricas. Leí gran parte de las tragedias, pero no acabé todas las obras históricas. Y maniático como soy no reseñé lo leído.

Como he dicho, el pasado agosto tuve ganas de leer algo de Shakespeare y me decidí por Hamlet porque creo que es su obra de mayor renombre. La he ido leyendo poco a poco. Fijándome en las escenas y en los actos. Asombrado, al leerla no recordaba nada de la vez anterior que la leí. Sin embargo, ahora pienso que va a ser difícil que olvide su trama. ¿Pensé lo mismo entonces? Cuando digo asombrado no es solo porque no recordaba nada, sino que me ha asombrado casi todo de la obra: su vigencia actual, para nada suena a algo trasnochado ni anticuado, la presencia de la “sombra”, el fingimiento de la locura, el uso de los cómicos para representar ante el rey usurpador y asesino su propio acto criminal, la altura del héroe por encima de amistades, amores, el final trágico, irremediable y necesario…

Ayer mismo, cuando mi hijo pequeño me pidió que le contara una historia antes de ir a dormir, le conté a grandes rasgos esta historia del príncipe Hamlet. Él escuchaba interesado. Al llegar al final se quedó un poco decepcionado. Entonces, cosas de ser padre supongo, le conté que el hijo del Rey vecino llegó al castillo y al encontrarse a todos muertos mandó analizar el veneno que quedaba en la espada a su médico personal, curandero y sabio conocedor de todo tipo de brebajes, pócimas y ponzoñas. Descubrió que el veneno utilizado era uno que provocaba el sueño profundo durante tres días pareciendo el envenenado muerto, pero que a los tres días despertaba. Así que mandaron esperar esos días depositando los cuerpos del príncipe, de la Reina y de Laertes en sus habitaciones, pero no la del Rey, al que mandaron sepultar. Al cabo de los días el príncipe Hamlet revivió, así como Laertes, pero no la Reina que había sido envenenada con otra sustancia...  

Con este final mi hijo se fue a dormir más tranquilo.


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