S. Mesa: Cicatriz
Sara Mesa es una escritora nacida
en Madrid en 1976, se trasladó a Sevilla cuando era una niña. Allí es donde ahora
vive y, supongo, trabaja. Hace muy poquito reseñé su última novela, Cara de pan, novela que me resultó
bastante interesante tanto por su temática como por su estilo. Aunque sea
repetir adjetivos que han utilizado al referirse a su prosa, ésta es eléctrica: literalmente te recorre el
cuerpo a gran velocidad, produciéndote sensaciones inesperadas. Quizás, porque
creo que de verdad es así, que no se trata de un comentario gratuito ni
mercantilista, me he decidido tan rápido a leer otro de sus libros.
Cicatriz no defrauda. Sara Mesa utiliza, lo que, con dos ejemplos me
basta (éste y Cara de Pan) ya me
imagino es su estilo personal: una prosa veloz, intensa, absorbente. El tema es
una extraña relación, que cualquiera calificaría de patológica, entre una mujer
(Sonia) y un hombre (alias Knut, de Knut Hamsun el singular Premio Nobel de
Literatura) que se conocen en un foro literario. Aunque ella quiere mantener
cierta distancia, él la agasaja con libros, al principio, y otros artículos más
adelante (cosméticos, calzado, lencería, perfumes); por si alguien considera
que eso puede ser normal, el asunto no admite esa interpretación puesto que
todos los regalos son artículos robados. Y como muestra de que aquello es algo
especial pero no muy personal él le
pide que pague los gastos de envío, manteniéndose así las distancias. O
intentándolo.
Poco a poco la extraña relación
se irá consolidando como una relación paralela a la que ella mantiene en su día
a día, en su aparente vida normal, en
la que Sonia conocerá a otro hombre con quien se casará y tendrá un hijo y se
separará. La relación paralela con Knut adopta tintes de obsesión y perversión,
todo ello muy tenuemente trazado, sin perder nunca las formas, caminando por el
filo de lo malsano o enfermizo. Knut también intenta llevar su propia vida. En
todo momento parece muy seguro de sí mismo, pero da muestras de que la relación
con Sonia le lleva hasta los límites del autocontrol.
Él la quiere ver, cierto, pero al
principio le basta una foto de carnet: “Es
difícil creer que no te pidiera a cambio algo más que una simple foto de carnet”,
le dice una amiga. Luego quiere alguna
foto en la que ella lleve alguna ropa que él le ha “regalado”, pero no quiere
llegar lejos con ella. Sonia y Knut
desean verse y quedan en Cárdenas (ciudad imaginaria que parece ser un lugar
propio del universo de la autora), y su relación se vuelve más compleja, de
sufrimiento para ambos. Pero al mismo tiempo enriquecedora, quizás más para
ella que para él. Porque Knut quiere convertirla en una escritora. Desde el
primer momento él cree que ella puede llegar a ser una buena escritora: “Deberías dedicarte a escribir y nada más. A
lo mejor yo puedo ayudarte a conseguirlo”. ¿A cambio de qué?
Pues a cambio de seguir en
contacto, llegar a verse, pero manteniendo la relación como algo muy especial.
Así, cuando se ven en Cárdenas, dedicarán el tiempo a recorrer tiendas y hurtar
cualquier cosa que les apetezca. Él quiere tener con Sonia una relación única;
quiere ser lo que ningún hombre puede ser ni será jamás para ella. Quiere
regalarle cosas robadas porque sabe que nadie será capaz de hacer eso por ella.
Cualquiera podría comprárselas y regalárselas. Pero hacer lo que hace él, no. Y
ella, aunque se muestra incómoda y pretende romper esa relación, se siente
enlazada con ese hombre y se deja arrastrar por él, tanto que acabará siendo la
persona que él quiere que sea.
La historia, tan atractiva, tiene
el aliciente de estar narrada jugando con el tiempo de una manera muy
interesante. El narrador se sitúa en diferentes momentos del eje temporal dando
más velocidad a la historia como si atendiese a las necesidades de un lector
impaciente: cuando interesa saber qué va a pasar, salta hacia adelante, y
cuando lo sabemos, y descubrimos que nos interesa saber por qué ha ocurrido lo
que acabamos de leer, entonces, vuelve hacia atrás. No es de extrañar que con
esta apuesta narrativa, se cite a Proust en varias ocasiones: “Knut le habla largo y tendido de Proust; no
para de insistirle en que lo lea ella también”.
Pero quizás la cita más sugestiva
sea la siguiente:
¿Sabes lo que decía Proust de la mentira?
Se lo ha dicho esa misma mañana. Y es
hermoso. Y es cierto.
La mentira es esencial porque la verdad es
incomunicable.
Es difícil pensar que esta
novelita centrada en un universo tan reducido, con un juego del tiempo tan
especial, con unos intereses de sus personajes tan particulares, no corresponda
a un plan preestablecido por parte de la autora. Así es fácil hacer una lectura
simbólica o alegórica de Cicatriz. A
mí me gusta pensar que Knut representa el gusanillo
de la creación artística literaria. En alguna ocasión le dice a Sonia: “La familia es incompatible con la escritura;
esto no es una opinión, sino un hecho objetivo”. La creación literaria es algo que te hace
separarte de los que te rodean, buscar la soledad, caer en manos del deseo del
éxito, éxito que llega, por primera vez, al ver tu foto, tipo carnet, en la
contraportada de tu primer libro. Sonia se pregunta: ¿Acaso no hay escritores con familia? Es evidente que sí, pero en
su caso, no. Y sin embargo, Sara Mesa no quiere acabar el libro de una manera
tan simple, no quiere que haya un punto de vista rotundo, concluyente, absoluto.
Cuando Sonia por fin llegue a ese primer éxito,
lo que descubrirá es que se ha quedado sola y que todo es, lamentablemente, una
mentira. Detrás del éxito no hay nada...
Y, sin embargo, el
gusanillo vuelve a asomar su cabeza nada más pensábamos que había desaparecido:
“Echar de menos un instante es echar de menos a aquel que éramos
entonces”.
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