M. Proust: La prisionera



Nos dice McKee en su excelente curso sobre el guion (ahora me doy cuenta de que guion no lleva tilde pero en la portada del libro ¡lo escriben con tilde! 😔), que toda historia suele empezar o necesitar de una introducción para situarnos, dar a conocer los personajes y saber qué relaciones hay entre ellos. Uno diría que Proust escribió cuatro tomos como introducción a la acción principal de La busca, y esta sucede en La prisionera.  

¿Por fin pasa algo, dirá el amante de la acción? Pues no, no es que pasen muchas cosas, o sí, eso depende de quien lea. Albertina y el narrador viven juntos. Este es el hecho diferenciador. La relación es, como diríamos hoy en día, tóxica. Él, por primera vez se nombra como Marcel pero de una forma muy curiosa (…al atribuir al narrador el nombre del autor de este libro, habría sido Marcel), no confía en ella. La considera una mentirosa. Sabe que le oculta que ella ha tenido relaciones homosexuales con otras mujeres y piensa que las sigue teniendo. Cada vez que Albertina sale a pasear cree que va en busca de una amante así que le hace ir acompañada. Le encanta tenerla encerrada en casa, esperando en su cuarto a que él la llame para darle satisfacciones carnales o espirituales. Al mismo tiempo cree que esa convivencia es una tortura para él. Tiene que renunciar a muchas cosas; nada de estar con otras mujeres; nada de ir a Venecia solo, ni con ella; ha perdido toda tranquilidad por todos los celos que le devoran… Y, paradójicamente, se da cuenta de que la cárcel que ha creado para ella es también cárcel para sí mismo:

… al alzar una última vez la vista desde fuera hacia la ventana de la habitación en la que me encontraría al cabo de un momento, me pareció ver la luminosa reja que iba a cerrarse sobre mí y cuyos inflexibles barrotes de oro había forjado yo mismo para una servidumbre eterna.

Y sin embargo, solo pensar que Albertina le abandona es para él como la muerte. 

La edición que me he leído está traducida por Consuelo Berges, una increíble mujer que mi curiosidad me ha descubierto. Y me pregunto, ¿qué pensaría Consuelo mientras traducía este libro?  Hoy en día ese narrador da bastante asco. Uno puede pensar que en aquellos tiempos no lo daría tanto. Pero Consuelo Berges es una mujer muy especial y me la imagino apretando los puños para evitar coger el original y no rasgarlo en mil trozos y lanzarlo por la ventana. 

Volviendo al libro, digo que los cuatro tomos anteriores sirven de introducción porque son referencia continua. Así vemos a Swann y Odette como arquetipo de pareja moderna, hermosa y viva, compleja también, pero madura sabiendo gestionar todos esos sentimientos que el narrador y Albertina son incapaces de gestionar durante su convivencia. Balbec y el recuerdo de aquellas jóvenes entre las que se encontraba Albertina, se contempla con la desdicha de quien no supo ver que lejos de ser el origen de una vida feliz lo fue de una relación triste y dolorosa. El mundo de Guermantes, señorial, esplendoroso, que le educó social y culturalmente, que le dio a conocer a Bergotte, a Elstir a Vinteuil, y que al mismo tiempo no le aceptó como miembro de pleno derecho, casi ha desaparecido y la reconstrucción que la familia burguesa de los Verdurin  está realizando se nos presenta como un nuevo mundo que nunca podrá emular al pasado. La señora Verdurin protagoniza uno de los momentos más desagradables de toda la obra cuando consigue que el extravagante Monsieur Charlus, este personaje tan especial que nos sirvió de guía por el (infra)mundo de la “perversión” que aparece en Sodoma y Gomorra,  sea abandonado por su protegido el violinista Morel. 

Los tres últimos tomos de La busca se publicaron póstumamente. Esto nos da una idea de la colosal obra de Proust y su forma de trabajar. Creó un universo propio que con esmero iba puliendo y dando a conocer. Quizás se aprecia en este tomo, por las notas a pie de página que la traductora también incorpora de la edición francesa, que Proust no llegó a completarlo con el detalle que le hubiera gustado. No obstante, he de decir que la descripción de la angustiosa relación entre el narrador y Albertina llega a cansar. Las continuas indecisiones, cambios de humor, reelaboraciones del pasado a partir de pequeños detalles que se les escapan en sus conversaciones, odio, amor, tristeza, alegría, consiguen que tengas ganas de cerrar el libro de golpe y guardarlo en el librero sin más. 

Lo peor de todo es que tras haberme leído Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes y Sodoma y Gomorra al empezar el nuevo tomo, va y me equivoco y en vez de empezar La prisionera, empiezo La fugitiva. Llevaba ya unas diez páginas (¡de Proust!) cuando me paro a pensar: creo que me he perdido algo. ¡Y tanto! Todo el quinto tomo. Por tanto, me he leído este extenso libro sabiendo cómo iba a acabar. Justamente el tomo en el que Proust intenta crear cierta incertidumbre, tensión, ante un final que, si bien te lo puedes imaginar por el título del siguiente tomo, hay que reconocer que debería intrigarte un poco.


Comentarios

  1. Me han entrado ganas de leer a Proust pero por orden sin equivocarme. El problema es que tendré que esperar al verano y a las vacaciones. Soy un lector atrasado y he de retomar a Stendhal, que ya no me acordaré de la trama de Rojo y Negro.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares