H. de Balzac: Papá Goriot

 


¡Estupefacto!

Como Eugenio de Rastignac en varias ocasiones en esta famosa historia de Balzac. Es difícil que el lector acabe satisfecho este libro. Porque al pobre Papá Goriot no hay manera de entenderle. Doy por hecho que los que quieran acercarse a este clásico sabrán un poco de qué va: el padre “enamorado” de sus hijas que acaba desprendiéndose de todo lo que tiene para que ellas, tras unos matrimonios desacertados, sean un poco felices.

Leí hace unos años a Ortega que afirmaba que el realismo estaba acabado porque ya se había contado todo. Solo nos quedaba crear personajes de sicología especial que nos llamaran lo suficiente el interés para adentrarnos en y acabar de leer una novela. Balzac publicó esta novela en 1835. Y, la verdad, uno diría que ya estaba haciendo caso a lo que casi cien años más tarde diría Ortega. Porque ya sabemos casi desde el principio qué va a pasar con el abnegado padre. Lo que ocurre es que no podemos llegar a creérnoslo. Los acontecimientos nos van desvelando el carácter enfermizo del pobre hombre, obsesionado por sus hijas. Al tiempo que, como Rastignac, nos quedamos estupefactos por el comportamiento de sus hijas y yernos. Comportamientos, que todo parece indicar, sirvieron a Blazac como denuncia de la perversión que la sociedad (parisina) del momento había alcanzado.

Intuimos que la historia va a seguir en otros libros desarrollando nuevas aventuras del joven Rastignac, que parece sacudido por los acontecimientos y sus acciones moralmente, y también de Vautrin: enigmático, cínico, honesto, ladrón…


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