Ramón Pérez de Ayala: Belarmino y Apolonio

 


Hay algunos escritores que consiguen maravillarme con su prosa, pero, sin embargo, no me gustan. Su estilo es deslumbrante. Es innegable su dominio del idioma, su originalidad y su perspicacia. Quizás esos alardes lingüísticos son precisamente lo que nos alejan de sus personajes y sentimos la historia como algo que no va con nosotros; un producto. No son muchos, por suerte. En general me sabe mal que no me gusten. Me ocurre con Quevedo, con Valle-Inclán…

El Pérez de Ayala de Belarmino y Apolonio es uno de ellos. Con esta novela empieza una segunda etapa (abandona el realismo en favor del simbolismo caricaturesco y el lenguaje se recarga con componentes ideológicos propios del ensayo 1). 

Aunque desde el principio no puedes dejar de asombrarte de su estilo, alabar sus comentarios inteligentes, reír en varias ocasiones con su especial sentido del humor y, en general, disfrutar con la lectura, hay algo que no llega a agradarme que achaco, como he dicho al principio, a la distancia sicológica con los personajes.  El narrador parece pensar que su historia tiene tal envergadura que nos va a cautivar completamente. Como el bufón predilecto del rey, habituado a que le escuchen y le rían las gracias y ocurrencias, nos cuenta su historia tal y como la escucharíamos recitar de un monologuista en un escenario.


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