A. Barea: La forja de un rebelde I: La forja

 


Dicen que de la primera literatura del exilio se destacan varias series de novelas: El laberinto mágico de Max Aub, Crónica del alba de R.J. Sender y La forja de un rebelde, de Arturo Barea. De esta última, el primer volumen es La forja (1941). Toda la serie es una autobiografía novelada.

En este volumen inicial, A. Barea narra su infancia y adolescencia hasta poco antes de alcanzar la mayoría de edad (21 años, entonces). Su madre era lavandera en Lavapiés, sin demasiados recursos. La muerte temprana del padre complicó la existencia a la familia siendo cuatro hermanos. Pero, en el caso de Arturo, se va a vivir con unos tíos que le llevan a cursar estudios en las Escuelas Pías de San Fernando. Sus buenos resultados académicos le hicieron contar con el respaldo de los padres que querían que siguiera estudios. Cuando fallece el tío, Barea no puede continuar estudiando. Aunque la tía se encapricha con él, el efecto del testamento del tío sobre otros parientes hace crecer la discordia entre la familia. Aunque los padres y la tía muestran el interés de que continúe becado y viviendo en con ella, el joven Arturo, orgulloso, prefiere vivir con su madre y buscarse la vida…

Durante todo el libro vamos asistiendo a la formación de una personalidad fuerte consciente de su origen humilde y de lo que esto suponía. Arturo dejó los estudios y se puso a trabajar. Entonces nos describe cómo era el sistema de explotación laboral de aprendices. Ese carácter fuerte le va a hacer chocar con su primer jefe. Arturo continuará estudios y su formación le permitirá tener acceso a trabajos de oficina. No obstante, el sistema laboral sigue suponiendo años de trabajo mal remunerado, en prácticas y sin seguridad de continuidad.

Barea, que soporta durante mucho tiempo las injusticias, acaba siempre por explotar. No es un joven especialmente contestatario, pero la narración de esos primeros años nos muestra cómo hubo ciertos momentos en los que ese “rebelde” se forja.


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