Álvaro Cunqueiro: Las mocedades de Ulises
Álvaro Cunqueiro es un escritor peculiar. Nos dice Trapiello
en Las
armas y las letras:
Fue autor, tras la guerra,
tanto en castellano como en gallego, de una de las obras literarias más
inclasificable y sobresaliente, al tiempo que dirigía algunas empresas
periodísticas en las que fue publicando su copiosa, magnífica y personalísima
producción articulística.
Con Un hombre que se parecía a Orestes, ganó el Premio
Nadal en 1968.
Se considera a Cunqueiro
como el iniciador de la novela fantástica en España. Dentro de esa tipología podemos incluir Las
mocedades de Ulises (1960). Como uno espera encontrar una
descripción imaginativa de la infancia y juventud del celebérrimo héroe
homérico, cuando te adentras en la narración de Cunqueiro te sientes
absolutamente desconcertado. De la manera más alocada que se pueda imaginar,
nos topamos con una mezcla de mitos griegos y personajes “cristianizados”. Aquí
todo vale. Al tiempo que recorremos tierras gallegas, nos adentramos en las
costas del Adriático, entablamos conversaciones con personajes homéricos y
hablamos con santos. Aunque no se le pueda acusar de falta de originalidad, a cualquier
lector “sensato” (es un decir), esta creación de Cunqueiro le ha de
chirriar por todos lados.
No obstante, es posible que Cunqueiro
hubiera querido con este libro hacernos reflexionar sobre lo que aceptamos como
propio y lo que no somos capaces de creer. Así, al mezclar dos dispares “ficciones”,
el imposible resultado pretenda poner de manifiesto lo absurdo de ambas ficciones
también por separado. Quizás, la Biblia que hoy leemos, no sea más que
una versión depurada de un cúmulo de ficciones que con el tiempo aceptamos
todos. Como La Odisea pudo ser la recopilación perfeccionada de una
larga tradición oral.
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