M. O'Farrell: Hamnet
Si uno lo piensa un poco, la cosa
tiene su gracia. Hace mucho, mucho tiempo, una de esas diabluras que las leyes
de la naturaleza obliga, puso en marcha todo esto. Ineluctablemente íbamos a
llegar hasta aquí. Pero Nosotros hemos tenido que adaptarnos y, por lo que
parece, adaptar nuestro entorno para Nosotros. Cuando miramos hacia atrás
descubrimos épocas hermosas y épocas terribles. Nos dicen que hace solo unos
cien años era habitual ver morir a los hijos, ver morir a los hermanos. Mis
abuelos murieron hace mucho tiempo, siendo yo muy niño. Mis padres no me lo
contaron, pero lo sabíamos, que algunos de sus hermanos murieron siendo niños.
No fue cosa de la Guerra, fue cosa de los tiempos. Mis padres no vieron
a sus hijos morir. Y yo espero no pasar por ese trance. Es, de hecho, una de
las pesadillas horribles que en ocasiones tengo.
Hamnet es una de esas
maravillosas novelas construidas milagrosamente con retazos de “pura vida”. No
sé si el tiempo acabará sumergiéndola en la fosa del olvido o la encumbrará
sobre el pedestal de los libros escogidos. No sé si se estudiará en las
facultades y en las escuelas dentro de cincuenta años o solo será una curiosa
lectura de especialista o excéntricos lectores que busquen en los intersticios
de lo canónico.
He dicho antes “pura vida” y
tendría que haber dicho “pura Literatura”. Porque la vida, esa indiferente
máquina que acompañará a este planeta durante algún tiempo, carece de interés
hasta que alguien la convierte en arte. Y en esto radica lo maravilloso de Hamnet.
En mostrarnos cómo un hombre inmortalizó a su hijo fallecido a hombros de una
familia de gigantes. Esto lo consigue O'Farrell inmortalizando
a la familia del bardo inglés al convertirla en el rico sustento en el que el
mayor genio literario, según muchos, echó sus raíces.
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