Andrea Abreu: Panza de burro
Nunca he sido jurado de uno de
los concursos típicos literarios que se hacen en los institutos con motivo de
una semana cultural o algún otro acontecimiento durante el curso. Pero sí he
compartido el entusiasmo de algunos compañeros por la lectura de un cuento
ganador en alguna categoría. Me atrevo a decir que en muchas ocasiones el entusiasmo
es favorecido, o incluso generado, por conocer a la persona y sorprenderse por descubrir que tiene esa suerte de bendición que consiste en saber escribir bien. No
obstante, creo que todos coincidimos (los miembros del jurado y yo), hasta los compañeros
mas entusiastas, en pensar que aquello no va a ir más allá de ganar esta vez o
alguna más.
Mientras leía Panza de burro,
de Andrea Abreu
(1995), y no quiero que se me interprete peor de lo que parece, he
tenido esa sensación a la que me refería en el párrafo anterior. Me parece un
muy interesante ejercicio final de un curso de escritura creativa o algo así.
Impecable, me atrevo a decir. Y ya está.
Pero de ahí a decir cosas como
que se trata de un libro único, diferente a todo lo que se ha escrito antes, la
séptima, octava o novena maravilla del mundo…, me parece exagerar. Por supuesto
que es una novela bonita. Sobre chicas adolescentes que se enfrentan a la
crueldad social del lugar, al descubrimiento del sexo, a las tensiones que la
amistad genera en esos años tan extraordinarios, y que, además, está adornada
por esa elogiada “originalidad” del uso propio de la lengua indígena.
¿Pero la revista Granta la ha considerado
una de las mejores narradoras jóvenes en español? - me preguntas. Pues enhorabuena.
Comentarios
Publicar un comentario